79. Amor

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Se miraron de forma cómplice. Eathan se quedó al otro lado de la pareja, frente a mí. Mirándonos en uno al otro, puede que, pensando en nuestros amigos, en su amor, o en el nuestro, fallido. Lo que pudo ser y nunca sería... Yarel carraspeó un par de veces, aclarando su emocionada garganta, y sonrió a los novios.

—Estamos hoy aquí, en este maravilloso día, para unir en matrimonio a mis grandes amigos, Arys Monkvertk y Líomar Atläntk. Quiero ser breve, porque, ellos tienen que decirse sus votos, y yo no soy bueno para hablar en público, lo siento chicos —dijo en una sonrisa.

—Que tonto eres majestad... —murmuró la chica—. Lo haces de ensueño, Yarel.

Ambos cruzaron una sonrisa, Arys le tendió la mano al chico dándole ánimos para que siguiera hablando. Yarel suspiró enamorado de ese instante de gloria y felicidad. Yo apenas podía creerme que, por una vez, las cosas salieran bien... El rey habló de nuevo:

—El amor que hoy os unirá en matrimonio es el más puro que yo jamás he conocido. Yo conozco las miradas que lanza Arys a Líomar cuando él esta absorto leyendo, y reconozco el tono de voz, más dulce y tierno de mi amigo cuando habla del amor de su vida.

Los novios cruzaron una mirada tierna, Arys apoyó su sien en el hombro de su chico y lo miró desde ese ángulo tan cercano disfrutando de ese momento. Yarel miró a la pareja y afirmó:

—He tenido la suerte de conoceros durante mucho tiempo, y jamás he visto un día en el que no os amaseis más que el anterior. Si el amor eterno existe, es el vuestro, no tengo la menor duda de ello. Os deseo una vida llena de hijos, e hijas, llena de momentos bonitos, felicidad, paz y tranquilidad. Os deseo años de vida para que podáis seguir enseñándole al mundo que es el amor verdadero, porque, quiero seguir aprendiendo de vosotros el verdadero valor del verbo amar...

Lanzó una mirada a Edward y este se encogió de ternura... Al igual que yo, al igual que Eathan, al igual que todo el mundo. El brujo se acercó al monarca y le tendió un cojín con dos alianzas. Yarel se las acercó a la pareja. Cada uno escogió la de su cónyuge.

—Cuando quieran, pueden pronunciar sus votos... —los invitó Yarel.

Arys fue a hablar y Líomar también. Retrocedieron ambos, se sonrieron y él le cedió la palabra a su esposa. Mi amiga se aferró a las manos de su chico y suspiró preparándose. Deslizó el aro plateado en el dedo anular de ese hombre que había frente a ella y lo miró con ternura.

—Líomar Atläntk, recuerdo el primer día que te vi como si fuera hoy mismo y te aseguro que no hay ni una mota de azul de tus ojos que haya cambiado desde entonces, porque las conozco de memoria...

» Tú dominas el agua, y yo me pierdo en los océanos de tu mirada desde que tengo uso de razón, y desde que me la arrebataste con tu amor...

» Solo sé una cosa de forma cierta y segura, amor de mi vida, y es que, voy a estar a tu lado hasta el último de mis días, sujetándote, aguantando tus ocurrencias, y tus desvelos por salvar dos sardinas en alta mar a las cuatro de la mañana. —Líomar se río.

» Voy a estar a tu lado, junto a nuestro futuro hijo, y junto a todos los que vengan, formando esa familia con la que siempre hemos soñado, en nuestro hogar. Prometo ser tu faro cuando te pierdas en el mar, tu resguardo dentro de la tormenta. Prometo ser tu puerto franco, tu lugar donde atracar.

» Prometo ser el viento que sople para hacerte avanzar, y la brisa calmada en medio de tu océano. Prometo besar tus labios, con sabor a sal, todos los días y seguir pensando que son mi sabor favorito... Te amo, y te amaré hasta que mi vida se acabe, y más allá de ella.

Edward reprimió un sollozo y Yarel rebufó intentando aguantar sus lágrimas. Sonreí a mi amiga, con los ojos húmedos por la emoción y con el escalofrío recorriéndome aún la espalda. Líomar se repuso de su nudo en la garganta y miró a su chica, deslizó el anillo argentino, con un menudo brillo azul sobre el aro.

ERALGIA III, La AlianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora