Nos sumergimos en la oscuridad del templo. Un calor abrasador me invadió. Parecía que estábamos en medio de un desierto a oscuras. Cerré los ojos momentáneamente cuando a través de mis parpados vi que empezaba a llenarse todo de luz de nuevo.
Una luz roja y fuerte. Entreabrí mis ojos y vi un mar de fuego a escasos metros de mí. Cascadas de lava por todos lados, el suelo era de arena roja y negra y el viento era caliente. No había cielo, solo oscuridad.
Era el infierno. Me giré y apareció justo detrás de mí una formidable fortaleza de piedra oscura, basalto. Seguí a Gregör y entramos por esa puerta rota, sacada de la guía.
Las paredes estaban medio derrumbadas, parecía que se había librado una guerra en su interior y justo al fondo, un trono, gigantesco, oscuro. Cubierto en parte por un manto de terciopelo dorado. Sentado sobre él, Axel. A nuestro alrededor, doce seres, algunos más humanos otros deformes. Su poder era enorme. Eran Grandes Demonios.
Axel se colocó una corona negra sobre la cabeza y se abrió un portal en el cielo, todos desaparecieron al entrar ahí y justo tras ellos, hordas de demonios. Gregör me miró.
—Axel bajó al inferno y durante más de cinco milenios fue un buen gobernante, o al menos, eso creí. En realidad, él se había dedicado a forjar alianzas con los Grandes Demonios, la nobleza, la casta del infierno. Estaban hartos de ser las marionetas de los dioses y reclamaban posesiones y privilegios en el mundo superior, en el Balakän. Axel los prometió eso a cambio de hacerle rey y dios de todo un país, el mayor de todos, Save.
Pestañeé y aparecimos en una Cámara mortuoria, reconocí los cadáveres que había en esos ataúdes. Eran los hermanos de Gregör. Me acerqué a ellos y acaricié la mano de Luereth, la hermana menor.
—Axel los hizo esto... ¿Verdad? Él los mató... —Gregör asintió— ¿Por qué haría algo así? ¿Solo por un reino? ¿Solo por ansias de poder? Mató a su familia...
—Axel se llenó de odio con los años, reclamaba atenciones y nuestra madre jamás le dio suficientes para él. Cuando se abalanzó sobre nosotros con sus hordas de demonios, no pudimos hacer nada. Mi madre pidió ayuda a los Dioses y se la negaron, pues era su hijo el que había causado tal debacle. Mandaron a sus Smïthërs a luchar contra su hermano descarriado. Mi madre enfureció de dolor al ver morir sus hijos a manos de uno de ellos.
—¿No hicieron nada más? ¿El resto de los Dioses no lucharon? ¿No intercedieron? —Negó.
—Axel mató a mis hermanos. Uno a uno, y los sepultó en los templos ancestrales de cada uno de los D ioses, queriendo anular el poder de esos Dioses Menores que él tanto odiaba, y que tanto ansiaba imitar. Mi madre se descontroló presa del dolor. Causó un desastre: los niños murieron, los mortales perecieron de enfermedades crueles y el mundo superior se asemejó al infierno. Fue entonces cuando Escolapio y el resto de los dioses intercedieron. Contuvieron a mi madre en una prisión de roca, transformando su cuerpo en una estatua, dejándola en un letargo eterno. Mi madre ha estado sumida en ese sueño por siglos, y deseo que sea así mucho tiempo más. —Levanté una ceja.
—¿Porqué? ¿A caso no queréis que vuestra madre vuelva a la vida? Si ella no hizo nada, no tendría que ser castigada. Caos fue abandonada a su suerte por el resto de los Dioses, en realidad también fue en parte su culpa, ellos formaron parte del plan, ellos también os eligieron emisarios, así que Axel, era responsabilidad suya. Vuestra madre no tiene que pagar un castigo tan duro, ella colapsó de dolor por sus hijos y nadie acudió en su ayuda. —Gregör negó.
—Sois un ser con un carácter tan empático que parece imposible que descendáis de un Dios como Escolapio —Gregör siguió andando por un pequeño pasadizo, lo seguí—. Caos sufrió demasiado, excelencia, su alma se consumió, su bondad, su corazón estaba roto y despedazado, por eso, en su eterno letargo ella encontrará la paz. Yo no puedo devolver la vida a mis hermanos y ella va a estar mejor dormida para siempre. De despertarse, sabe el universo como reaccionaria, es preferible dejarla así, yo no la añoro, no siento por ella el mismo afecto que vos sentís por vuestra madre humana, los seres inmortales percibimos el cariño de otra forma.
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ERALGIA III, La Alianza
FantasyTERCERA PARTE Estar muerta no es agradable, lo he comprobado. El Balakän era el escondite de Axel, nuestro tablero de juego, y yo, como Reina iba a tumbar ese falso Rey. No esperaba que ese viaje que emprendía fuera a rebelarme la belleza que escon...