52. Postre🔥

128 16 2
                                    

El chico se retiró con rapidez, dando una palma al resto del servicio. Miré a Damon con los ojos brillantes y encendidos en pasión. Me daba igual el maldito postre, me lo quería comer a él. Mi rey miró mi boca con el mismo deseo y luego dijo:

—Uno de los motivos por los que pedí que tu hija se quedara en casa, fue por este postre. Pero era una hermosa sorpresa. —Damon vestía una risita malvada. Robert miró a Yarel con una mueca compasiva y le espetó:

—Majestad, cuando os dije que no teníais ni idea de a qué país intentabais domar, me refería a esto...

De las cuatro puertas que daban acceso a esa enorme sala aparecieron un surtido de cuerpos desnudos. Hembras y machos. Los músicos tras ellos. En el centro de la sala, en un espacio cubierto con terciopelo negro, rojo y dorado, dejaron caer algunos sus cueros. Pieles perladas, doradas, canelas, azulosas o rosadas... Cuerpos delgados, fuertes o voluminosos. Había una docena de seres desvestidos que iniciaron su espectáculo.

La sonrisa diabólica de Damon era la de un depredador mientras observaba el pudor que cubría los rostros de todos los Eralgios invitados a esa cena. Yarel cogió la copa entre sus manos con la tranquilidad de quien esta viendo una simple partida de ajedrez. Miró a Robert por encima del cristal y sonrió como un lobo blanco, de ojos de plata cuando le soltó:

—¿Pretendes que me ruborice con esto? Debería invitarte a mi alcoba, pero últimamente, nos falta espacio —sentenció el joven.

El vino que estaba bebiendo se me quedó a medio camino en la garganta. Tosí con fuerza y lo miré con admiración, susto y asombro a la vez. Edward arrancó una risotada y vi como su mano se deslizaba desde la mesa, hasta el muslo de su Rey. Belfegör se puso a reír de forma amplia, a pecho abierto y sin perder de vista la escena sexual que había en el centro de la sala, propuso:

—La próxima vez, estaré encantado de dejarte nuestra sala del trono con tal de ver este vástago entre dos hembras fornidas. —Robert le hizo un corte de manga.

La temperatura de la sala estaba subiendo por momentos. Los gemidos de esos seres llenaban el ambiente, la música apenas podía cubrir esos sonidos. Había hembras penetradas por tres machos, féminas devorándose entre ellas. Seres masculinos ofreciéndose al placer de otros viriles miembros de esa orgía. Casi podía imaginarme siendo parte de esa coreografía de gozo. Sentirme acariciada por tantas y tantas manos.

Damon se reclinó, con su mano todavía rondando mi entrepierna y se encendió el deseo de nuevo. Se deslizó hacia mí, susurrándome sobre el cuello:

—Dime que quieres irte a nuestra alcoba y lo que han hecho mis dedos lo hará mi lengua...

Quise asentir, pero, aun no quería salir de ese lugar. Quería una dulce y merecida venganza. Una idea estúpida se apoderó de mi mente, algo puramente físico que, con el uso de mi poder de forma astuta, podría darme una ventaja prodigiosa en ese juego. Deslicé los dedos sobre la piel de su antebrazo en un paseo lento.

—Yo aun quiero jugar contigo, Majestad... —murmuré trazando círculos perezosos sobre su piel morena.

Escuché el corazón de Damon, latiendo bajo esa piel al descubierto que asomaba por la camisa negra. Sentí perfectamente el corriente de su sangre por sus venas. Al igual que podía dirigir la sangre al cerebro para matar a alguien, podía dirigirla a ciertas zonas algo más, sensibles.

De las puertas aparecieron un surtido de sirvientes, cargados con bandejas llenas de dulces. Bombones, frutas cortadas, caramelos... Salseras rebosantes de chocolates, natas, caramelos líquidos... El olor a biscochos inundó la estancia. Pusieron esas bandejas sobre las mesas, e inmediatamente, regaron los cuerpos desnudos de esa orgía con las salsas dulces.

ERALGIA III, La AlianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora