7. Invalidez

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Me puse más seria, teníamos que hablar—. ¿Has encontrado a Axel? —Rebufó. Suspiré rendida, maldito bastardo...

—Lo peor no es no encontrarlo... —Damon se reclinó en la silla, se quitó las botas y puso los pies sobre la cama—. Fui con mis mejores Generales a por él, puede que fueran quinientos Demonios, a su guarida, a ese maldito laboratorio. Ese es el lugar en el que él hacia sus experimentos con bestias y monstruos varios, y ni rastro de él y de los bichos.

—¿No estaban ni los monstruos? —Él negó. Levanté una ceja algo confusa.

—Se los ha llevado, ha trasladado sus experimentos a otro lugar, con lo que pretende seguir indagando hasta que va a conseguir hacer un maldito ejército de monstruos a su imagen y semejanza, y si eso ocurre...

—Estamos muertos... —Damon asintió repetidamente—. Hay que dar con él, de la forma que sea, pero hay que encontrarlo, aunque tengamos que levantar hasta la última piedra del Balakän. —Él carraspeó.

—Gregör es la clave para dar con Axel, estoy casi seguro. —Levanté una ceja algo incrédula—. Es poderoso, y por suerte, esta de nuestro lado. —Dudé un segundo.

—¿Crees que hicimos bien, entonces? ¿De liberarlo? No dejé de sufrir visiones, eran... Tremendamente reales, jamás había sentido tanto y tan fuerte. Por un segundo temí equivocarme. —Damon negó y se cruzó de brazos.

—Gregör es una llave para abrir alguna puerta, no sé cuál todavía, pero, sé que puede ayudarnos a dar con Axel. Además, me está ayudando bastante a levantar Save, es buen consejero, algo duro, hasta yo creo que se pasa conmigo, pero bueno, nadie dijo que ser rey iba a ser fácil —Le miré orgullosa y le cogí la mano.

—Vas a ser el mejor rey que jamás haya conocido esa tierra, de esto estoy segura, desde el primer día en el que te conocí. —Se mordió los labios mientras sonreía—. Cuando pueda levantarme de esta maldita cama, vas a tener que llevarme a revisar el trabajo hecho, piensa que Yarel tiene el listón muy alto como el mejor rey de la historia. —Damon negó.

—Yo no soy Yarel, él tiene un reino que es una balsa de aceite, el mío es una balsa de aceite ardiendo en llamas, mientras hay un terremoto, y una manada de toros salvajes pisoteándote. —Solté una carcajada—. Pero no hay nada que no pueda domar, ya he domado una bestia peor antes... —Sonrió con picardía—. Porque señorita, es usted una verdadera fiera... —Me sonrojé y negué apartándole la mirada.

—Eres imbécil... —Se puso a reír y se levantó— ¿Debes irte ya? —Se encogió de hombros algo apenado—. Eh, mírame, estoy bien, y tú tienes un país entero que levantar. Yo te ayudaré en cuanto pueda, aunque, conociéndote, no me vas a dejar hacer nada. —Sonreímos con complicidad—. Ve tranquilo, en nada me encontraré bien, y voy a poder acompañarte. —Se acercó a mí y me acarició el rostro con ambas manos.

—Eres la mujer más increíble, fuerte y valiente que jamás ha pisado este mundo y yo soy el Demonio más afortunado que jamás ha existido en toda la eternidad, por poder estar a tu lado. —Me besó con fuerza y nos separamos lentamente—. Si sigo así al final voy a parecer Eathan, por la arena del averno. —Hizo una mueca y se retiró con una risotada.

—No habría nada de malo en eso. —Levantó una ceja—. Eathan es terriblemente dulce. —Carraspeó con sarcasmo.

—Y empalagoso. —Se acercó de nuevo a mí, mirándome fijamente a los ojos—. Yo puedo ser muy dulce, sobre todo si me echas nata por encima. —Me besó en la comisura de los labios y abrió un portal—. Que lástima que no puedas soñar por el hechizo. Desnudo mejoro exponencialmente.

—No necesito soñar para eso. —Ahogó una risotada.

—Recupérate pronto, Guardián. Habrá que hacer una reunión en mi cama pronto...

ERALGIA III, La AlianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora