46. Balanzas

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Apoyé mi espalda sobre el pecho de Damon, dejando que siguiera jugando con sus dedos. Su corazón latía lento, como el mío. Nos habíamos relajado tanto que por un segundo sospeche que él se había dormido. Sus labios rozaron mi nuca.

—Ponte el vestido rojo —musitó él sobre mi oído. Lo miré por encima del hombro, y mordí mis labios al sentir su mano agarrándome con fuerza la entrepierna—. Póntelo. Demuestra que Save tiene la reina más respetable del mundo. Yo me ocuparé de los que no piensen lo mismo.

—Había pensado en ponerme coraza... —dije en tono burlón. Otro apretón con más diligencia me arrancó un jadeo.

—Te odio... Elda orgullosa...

—Maldito demonio cabrón... —gemí cuando se hundió en mí de nuevo y jugó conmigo otra vez.

—Se la reina que desees ser, Eirel, pero se mi reina. No hay rey en este mundo que haya triunfado sin tener una mujer fuerte a su lado, y tú...—Resiguió mi yugular con sus dientes—. Tú eres la más fuerte de todas... —Se movió y salió de la bañera tras devorarme a besos.

—Vas a perder tu apuesta con Belfegör —lo regañé. Él buscó sus pantalones y su camisa.

—No soy tan mal perdedor. Soy capaz de perder mi sentido común por una Elda tocapelotas.

—Las toco de maravilla —sentencié. Ahogó una carcajada y se acercó de nuevo a la bañera, agachándose ante mí.

—No voy a obligarte a estar junto a mí, sé cuál es tu sitio, Eirel. Solo deseo que, sí tú quieres, puedas estar conmigo, aquí, y sentir esto como un hogar. —Nos besamos y acaricié su rostro.

—Tú ya eres un hogar para mí, me da igual el dónde... —Sus ojos temblaron en un baile de emociones. Sonreí y lo besé otra vez—. Lástima que no vayamos iguales... —Curvó sus labios y levantó sus ojos, pensando un instante.

—Déjame arreglarlo. Tómate el tiempo que quieras. Este palacio entero es tuyo. Vendré a buscarte al crepúsculo, si necesitas cualquier cosa, fuera tienes cinco doncellas para ti.

—Me sobran diez, no me hace falta servicio. Gracias, pero no lo necesito, de verdad.

—¿Prefieres mozos? ¿Debo ponerme celoso? —preguntó él.

—Siempre estás celoso...

—Eso también es verdad. Pero se compartir, si te apetece más de una compañía masculina solo debes pedírmelo. —El rubor subió por mis mejillas. Él marcó una sonrisa endiablada y besó mis labios con pasión—. Te amo.

Tras esas dos palabras, se fue. Desapareció, tras ese «Te amo» confesado casi por accidente me dejó sola, hundida en esa bañera, temblando aun por lo que me había hecho, lejos de su compañía. Nada anhelaba más que su piel en ese momento.

Me relajé de nuevo en el agua hasta que esta se enfrió. Envolví mi cuerpo en una toalla enorme, oscura. Salí del baño, e investigué por esa estancia. Si era la cámara de la Reina, significaba que esa habitación había pertenecido a la anterior monarca de ese país. Casi setecientos años cerrada...

Eleonor Abygör, la madre de Damon, esa era la última reina de Save. Miré esa cama, esa habitación y me pregunté que sentía esa mujer, esposa de un rey como Axel... ¿Sufrió el odio que su marido proyectaba sobre el mundo? ¿Fue feliz en algún momento? Reina de Save...

Acerqué un enorme sillón a uno de los ventanales. Me envolví a mí misma sobre el terciopelo del tapizado, cubriendo mi cuerpo desnudo con la toalla. Suspiré relajada y abracé mis rodillas. Apoyé la cabeza sobre ese sillón, imaginando que era el pecho de Damon.

ERALGIA III, La AlianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora