73. Puerto Averno

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No tuve pesadilla alguna, mis sueños fueron bonitos, junto con Arbenet, mi padre, Caín, mi madre, Anna... Damon me regaló ese oasis, esos sueños bellos, livianos, agradables. Desperté con el sol alzado en lo alto de las ventanas. Esperaba no encontrar a Damon, como de costumbre, pero no... Ahí estaba él, revisando papeles sobre la cama, a mi lado.

Miré sus labios, carnosos, concentrados en recitar para sí mismo esa lectura. Escudriñé la línea de sus mandíbulas, el ángulo recto que hacían con su cuello, fuerte, poderoso. Sus venas marcadas levemente bajo la piel bronceada de los brazos. Los pliegues de esa piel sobre su abdomen...Deseando morderlos. Estiré mi mano hasta poder acariciar su rodilla, jugando con mis uñas sobre ella. Arremolinando mis dedos en circulitos leves, perezosos.

—Buenos días, señorita Kashegarey. Estaba usted exhausta anoche por lo visto...

Soslayó una mirada pícara. Me incorporé poco a poco, desnuda, y me acerqué a él. Me dejó espacio entre sus piernas y sus brazos para dejarme leer los documentos. Había planos, y detalles que no comprendía. Dejó un beso sobre mi hombro desnudo y luego explicó:

—Son los permisos de obra para que los llegados de Eralgia puedan instalar sus chozas con piscina y parque de juegos en mi territorio. Este es el de Puerto Averno. Debería ir a comprobar que no se salen de la línea marcada, ni un pie. —Lo miré.

—Llévame contigo. Vayamos ambos. —Se sorprendió.

—Creí que te irías a Eralgia a seguir jugando a ser el Guardián perfecto. —Sonó irónico. Le golpeé con el codo.

—Cualquiera que lo escuchase, Majestad, diría que teme que su Reina le robe el trono...

Hice pucheritos, en una burla. Dejó los papeles tirados sobre la cama y me atrapó entre sus brazos con fuerza mientras besaba mi cuello repetidamente y me mordisqueaba. Reí.

—Que cruel y despiadada, mi Reina... No se satisface con haberle robado el corazón a este pobre Rey...

Nos acurrucamos en un abrazo cariñoso, sintiendo nuestros cuerpos juntos. Encontramos nuestros labios, robándonos el aliento, besándonos con absoluta devoción. La puerta se abrió de golpe, Robert tras ella. Al vernos a ambos desnudos y besándonos se giró de golpe, ruborizado.

—¡¿Cómo saco esto de mi mente ahora?! —chilló él.

Damon se puso a reír, y recogió la sábana para cubrirme con ella y sostenerme envuelta entre sus brazos, sentados ambos sobre la cama.

—Será que no me has visto en situaciones mucho más lascivas... —bromeó el Rey. Robert bufó.

—Esto es distinto, créeme. —Me miró de forma fugaz, avergonzado. Me sonrojé—. Buenos días, Eirel...

Me hizo una leve reverencia. Lo saludé con la mano temerosa de que echase a correr si me movía de más. El pelirrojo suspiró rendido, recuperando el aliento y finalmente dijo:

—Deberíamos ir a Puerto Averno durante la tarde. Ese noble es tan pesado como un navío en brazos. —Damon asintió.

Cuando el rey fue a levantarse de la cama y Robert se apresuró en cerrar la puerta. El pelinegro se paseó desnudo hasta su baño. Observé su espalda, arañada aun... Mordí mis labios deleitándome con esas vistas.

—¿No quieres unirte a un asalto rápido, hermano? —preguntó Damon, lujurioso y jovial.

—¡Deberías consumirte en el fuego del averno! ¡Cabrón!

La voz del chico resonó por los pasillos antes de que se cerrase la puerta. Una risa sonora de mi demonio me sacó de esa imagen metal que se había armado en mi mente. El calor inundó mi cuerpo al pensar en todo cuanto había paso la noche anterior. En todo cuanto habíamos hecho, en todo lo que me habían hecho y lo mucho que había disfrutado de aquello...

ERALGIA III, La AlianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora