56. Traición

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Me dejé caer sobre el sofá. Puse mi espada sobre mi abdomen y acaricié la empuñadura sobre mi pecho, repasando sus detalles. Cerré mis ojos por un momento. Un leve pinchazo sobre mis manos me obligó a mirarlas, me dolían los dedos, estaban entumecidos. Ahogué un quejido, era raro, hacia muchos días que nadie me hería, que los rasguños siquiera se abrían paso en mi piel. Líomar apareció en la puerta del salón, con sus brazos cruzados sobre su pecho.

—Nadie te ha enseñado a usar tus poderes ¿Verdad? —preguntó observando mis manos—. Los elementos no pueden dominarse con tensión, entonces ocurre esto. Tus tendones, tus huesos, cargan el impacto del elemento, podrías romperte ambas manos. —Se acercó a mí. Me incorporé dejándole espacio.

—Damon me enseñó a dirigir mi fuerza, pero, no los elementos. Al menos, no de forma tan física como hoy... Cuando desvió la sangre de alguien, no muevo mis manos, lo hago solo pensando, pero hoy... —Líomar frunció el ceño.

—¿Qué ha pasado? —quiso saber. Ellos ya dormían.

Me encogí de hombros. Me acarició las manos y sanó mis tendones usando su poder. Un dolor leve sobre mi piel, luego se apaciguó hasta desvanecerse.

—Vilangiack estaba ardiendo en llamas porque unos rebeldes querían que Yarel dejase de relacionar Eralgia con Save, con los brujos, con todas las Razas Ancestrales. He intervenido, en teoría solo debía reunirme, pero... —Afirmó comprensivamente con una risita.

—Tú no sabes reunirte, tú solo pasas a la acción y luego piensas si acaso las consecuencias, pero, primero, la cabeza contra la pared. —Hizo un gesto y me reí—. Aunque, fascinantemente, funciona en muchos casos. ¿Yarel está bien? ¿Necesita ayuda? —Me mostré dudosa—. Mañana iré a verlo y me ocuparé de lo ocurrido si hay algún documento que deba redactar o firmar por ti.

—Gracias... —Apoyé mi cabeza en su hombro y resollé—. Eathan habló contigo. No me lo niegues, sois el mismo ser en dos cuerpos divididos. —Ahogó una sonrisa y me arropó.

—Sí, habló conmigo, de lo bella y deslumbrante que te vio. De lo hermosa y poderosa que te veías, y de las ganas que tenía de bailar contigo hasta que Damon lo puso en su sitio —sintetizó Líomar. Hice una mueca de dolor y froté mis ojos.

—Damon no debió pasarse de ese modo, pero... Yo no sabía que hacer...

Sus pupilas celestes encontraron mis iris, dilatados y húmedos. La compasión se apoderó de su rostro y ladeó su cabeza para observarme con ternura.

—Nadie sabe qué hacer en muchas ocasiones, no te hastíes por eso. Deberías pedirle a Eathan que te enseñe a domar la fuerza de los elementos, por si quieres mantener la bonita forma de tus dedos. —Afirmé mirando mis manos—. Vuelvo a la cama. Descansa un poco. —Me frotó el hombro y se fue.

Subí a mi habitación. Me desnudé a tirones, me cambié de ropa, sudada y pegajosa. Pasé una camiseta blanca, fina, de tirantes delgados sobre mi torso. Mis pies descalzos se deslizaron al exterior de nuevo, al pasillo, a oscuras.

Busqué el pomo de la puerta de Anna, necesitaba oler su cabello, tumbarme a su lado, abrazarla. Estaba durmiendo con los pies sobre los cojines y la cabeza fuera de la cama. Ahogué una risita baja.

La recoloqué y me escurrí entre las sábanas junto a ella. Se me aferró al cuello, sin despertarse ni murmurar. Apoyé mi nariz sobre su rubia melena y sonreí. Violetas... Dulces y tiernas como ella... Acaricié la almohada al otro lado de forma inconsciente buscando el cabello de otro ser... Cerré mi mano en un puño, forzando a mi corazón a contraerse del mismo modo. Él no estaba ahí...

A primera hora de la mañana unos pasos duros y sonoros sobre el pasillo me despertaron de golpe. Anna se asustó igual que yo y se sorprendió más aun al verme junto a ella. Antes de poder hablar la puerta se abrió sin golpecitos sobre ella, sin avisos ni advertencias. Eathan.

ERALGIA III, La AlianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora