El primero de ellos era de un verde turquesa brillante, de terciopelo. Tenía un escote sin hombros, era encorsetado en la cintura y ancho en los lados. Voluminoso, sencillo y elegante. La pedrería formaba un cinturón y un manto de brillos sobre el torso, cubierto de una gasa casi transparente. Miré a Robert y levanté una ceja, interrogándolo con la mirada, el joven sonrió.
—Efectivamente, mío —admitió él.
Asentí con una risita. Era muy acorde conmigo, me gustaba y ese color era parte de Eralgia también, era... Neutral. Una opción muy buena.
El segundo vestido era una especie de Kimono negro, con un fajín dorado. Los hombros descubiertos ligeramente. Los detalles eran hibiscos dorados, flores y hojas tropicales, bordadas con hilo dorado. Era largo, algo más atrevido, pero, a fin de cuentas, a conjunto de Damon. Lo miré de soslayo y escondió una sonrisa burlona como respuesta cuando explicó:
—El mío es casi idéntico, por si te hace gracia lo de ir iguales.
—Tentador... —respondí en un susurro.
Pero... Eso diría demasiado de mi bando, y no sabía hasta qué punto quería eso.
El siguiente vestido me pareció una capa tirada sobre la cama hasta que lo levanté para observarlo. Era de satén rojo, brillante, liviano, de tirantes finos atados al cuello, con un escote vertiginoso. La espalda al descubierto, y un corte en la falda, sobre la pierna derecha hasta la cadera.
Era el vestido de alguien que no temía que la mirasen, que quería que lo hicieran en verdad. Era el vestido para una mujer que no le temía a nada de lo que iban a decir de ella. Miré a Damon.
—Este lo escogió Zalir ¿No? —Negó con la cabeza. Robert se río.
—Belfegör —sentenció el pelirrojo. Lo miré sorprendida—. Se ha apostado con Damon que vas a escoger este vestido solo para provocarlo. —Miré a Damon y tensé mis labios con picardía.
—¿Por qué tendría que provocarle a su majestad que su reina use un vestido como este? —Damon levantó una ceja.
—¿Te falta una explicación para algo tan sencillo? —asentí, buscando su cintura con la mía, jugando con él y su cuerpo. Rebufó al sentir mis manos frías sobre sus riñones, por debajo de la camisa—. Como uno solo de los invitados te mire con eso puesto, le arranco los ojos. —Arqueé una ceja.
—¿Así que quieres una reina invisible? —pregunté molesta.
Él retrocedió y me apartó de forma sutil. Robert desapareció, traidor, era mi apoyo.
—No quiero una reina invisible. Quiero una reina respetable, y eso no es respetable. —Señaló el vestido con su mentón. Miró su escogido—. Este sí. —Me crucé de brazos.
—Así que, ¿El vestuario de una mujer define lo respetable que es? —Puso sus ojos en blanco, consciente de que había desatado mis demonios—. Puedo usar lo que me dé la gana y seguir siendo igual de respetable que vistiéndome con fajas de hierro. Los hombres os creéis que porque una mujer quiera mostrar su cuerpo es susceptible a perderle el respeto. No funciona así.
Damon se tiró sobre la cama, apartando el vestido que él había elegido. Cruzó sus manos sobre su abdomen y sus piernas.
—He visto burdeles con vestidos menos atrevidos, solo digo eso.
—¡Oh! Esto mejora por momentos, Majestad —ladré. Se llevó la mano al rostro.
—Vale, fin de la discusión. Me da igual el vestido que uses, todos quedan bien con la corona, no voy a meterme en esto. Es decisión tuya, como si quieres usar una coraza. Te llevo a tu casa, te cambias y listos.
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ERALGIA III, La Alianza
FantasiaTERCERA PARTE Estar muerta no es agradable, lo he comprobado. El Balakän era el escondite de Axel, nuestro tablero de juego, y yo, como Reina iba a tumbar ese falso Rey. No esperaba que ese viaje que emprendía fuera a rebelarme la belleza que escon...