27. Reino Mahö

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Estaba entrenándome. Había subido a practicar algunos hechizos que había encontrado en uno de los libros del despacho de mi padre. El gimnasio estaba libre. Eathan abrió la puerta de golpe y me asusté. Soltó una carcajada y se quedó apoyado en el marco de la puerta, con sus brazos cruzados sobre su pecho.

—Con todo el poder que tienes parece un chiste que te asustes por todo.

Escondí mi rostro en mi hombro, secándome el sudor, algo avergonzada. Con su garganta hizo un sonido para llamar mi atención. Levanté mis ojos para observar su cuerpo, armado y protegido con su coraza. Demasiado armado para estar por casa.

—¿Ocurre algo?

Con un ladeo de cabeza me animó a seguirlo. Me sacudí la ropa y anduve tras él. Llegamos a la biblioteca, la puerta se encontraba entreabierta. Gregör nos esperaba, de pie frente al mapa, reclinado ligeramente sobre él.

—Excelencia, debería informaros de que he percibido ciertas variaciones en las líneas en un lugar remoto de Agmont. Avisé a su altísimo compañero para que le comunicase mi hallazgo. —Miré de reojo a Eathan y lo vi ahogar una sonrisa al escuchar ese trato hacia él. Me acerqué a la mesa.

El mapa se encontraba abierto completamente. Esos hilos dorados que señalaban la dirección de las líneas Löye brillaban en un punto concreto, muy apartado de Eralgia, casi en la parte opuesta de nuestro país.

Miré a Gregör y este dejó que el mapa ampliase un poco más la señal. Agmont apareció frente a nosotros, extendido sobre la mesa. En la parte alta de una enorme cordillera montañosa estaba brillando un punto en concreto, era un lugar recóndito. Eahtan se apoyó sobre la mesa e inspeccionó el mapa de cerca. Gregör y él intercambiaron una mirada.

—¿Cree de verdad que esta señal podría ser la de Axel? —preguntó el chico.

—No. En absoluto. —Eathan hizo una mueca—. Es un Templo Ancestral, el de Alekay, por encontrarse en el país de Agmont. El Reino Mahö, eminencia. —Miré al hombre.

—¿Debemos hallar entonces la vesícula de uno de sus hermanos? —Afirmó.

—Mi hermana, Verog —aclaró—. Es usted una alumna formidable.

—Lo sé... —Eathan me miró de reojo, divertido—. Tengo buenos maestros. —Fijé mis ojos sobre el mapa— ¿Cómo funciona? ¿Qué debemos hacer?

—Abrir un portal hacia ese punto y que el Destino guie sus pasos hasta el templo.

—Genial. Gran plan —dijo Eathan con sarcasmo—. Debemos avisar a Edward para el portal. —Negué.

—Tenemos bruja para eso. —Hizo una mueca burlona—. Edward la trajo hace un par de días. No la he vuelto a ver y ni idea de cómo la convocamos, debería avisarla de alguna...

—Ya hace rato que estoy aquí.

Leiko apareció andando de entre los estantes del fondo de la biblioteca, forcé una sonrisa. Se plantó entre yo y Eahtan, este se la quedó mirando. Ella sin siquiera mirarlo le espetó:

—No me mires tanto, no me vas a meter en una hoguera. —Cruzamos una mirada igual de desconcertados. Mi amigo le tendió la mano.

—No tiene pinta usted de costillar para asarla de ese modo, señorita. Eathan Monkvertk, ¿Y su nombre es? —La chica lo miró de reojo y se apartó de él ligeramente.

—Leiko Majime —escupió con desdén. Eathan le sonrió como si nada y la joven me miró—. ¿Abro el maldito portal de una vez? —Dudé un minuto y crucé una mirada con Gregör.

—Yo no debo moverme de aquí, junto al mapa, Eminencia. Pero de haber algún inconveniente, la señorita Leiko, puede recurrir a mí. Yo acudiré de inmediato en su ayuda. Dudo que sea Axel, de serlo, invóqueme de inmediato. —Afirmé.

ERALGIA III, La AlianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora