18. Compañía

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Llamaron a la puerta. Sentí perfectamente el aura de poder de Gregör y Robert, era imposible no sentir tal concentración de poder. Me levanté de sofá rápidamente y me planté frente la puerta.

Al abrir encontré esos preciosos ojos verdes, con esa bonita sonrisa y esa forma de mirar tan tierna, Robert. Tras él, Gregör, con una maleta de cuero sostenida en su mano izquierda y con sus ojos marrones posados sobre mí. Líomar se plantó de golpe a mi lado y le tendió la mano al reconocer a Robert.

—Robert, un gusto verte de nuevo. No tuve oportunidad de agradecerte el hecho de sacarme del campo de batalla. —El pelirrojo negó repetidamente.

—Cumplía órdenes de tu Guardián, no merezco ningún agradecimiento, créeme. Aun así, gracias. Me alegro de verte sin un barril de sangre de monstruo encima.

Los hice una invitación cordial para que pasaran ambos. Gregör le tendió la mano a Líomar.

—Me enorgullece enormemente poder conocerlo, Protector del Agua. Puede llamarme como Gregör si así lo desea. Su Excelencia no quiere tratos de cordialidad, así que puede usted tutearme si así lo prefiere. —Líomar asintió levemente y me miró de reojo, forcé una sonrisa.

Mi madre apareció en el recibidor y miró a Gregör de arriba abajo, estaba viéndolo como si fuera un animal exótico, o algo similar. Me sorprendí al ver en los ojos de Gregör la misma mirada hacia ella. Mi madre se acercó a nosotros y le tendió la mano con su característico descaro, lo de la vergüenza no estaba hecho para ella.

—Lerie Kashegarey, viuda de Robert Kashegarey y madre del Guardián de Escolapio. Está usted en mi casa, siéntala como suya, pero, respete a todos y cada uno de los habitantes de esta, en particular, a la menor de todos, Anna, y a mi hija, se lo recomiendo.

Dejó la mano de Gregör, mi madre marcaba territorio, por lo que había dicho Eahtan. Ahogué una sonrisa por debajo de la nariz, no había dama en todo el Balakän con el carácter impetuoso de mi madre.

Gregör asintió con cordialidad y miró a mi madre con detenimiento mientras ella observaba a Robert. Mi madre tenía una fuerza superior a la mía y no por el poder, no por un título nobiliario, ella no poseía nada de eso, ni falta le hacía.

Mi madre era fuerte, era poderosa, por el simple hecho de ser ella, de ser mujer, de estar echa a su propia imagen y semejanza, de esculpirse ella misma y de reconstruirse de sus roturas.

Mi madre tenía toda la fuerza de mi mundo y de todos los venideros, porque siendo una simple humana, fue capaz de marcar territorio en un lugar en el que hasta las cucarachas podían ser más fuertes que ella. Robert sonrió al ver que mi progenitora lo observaba detenidamente. Le pidió la mano y le dejó un beso en el dorso.

—Es un placer poder conocerla, ahora comprendo de dónde sacó Eirel tanta belleza, mi altísima Lerie. —Mi madre lo miró algo recelosa—. ¿Podemos instalar a Gregör en su casa? ¿Nos guía? —Mi progenitora asintió y se giró sin decir nada más para perderse escaleras arriba.

Gregör y Robert siguieron a mi madre hasta la última de todas las habitaciones de mi casa, una de muy alejada de la mía y de Anna, para poder estar más seguros, como si un par de tabiques fueran barrera suficiente para contener todo el poder de Gregör. Era como taparte con una sábana cuando crees que en tu habitación hay un asesino en serie, no, no funciona. Líomar me miró esperando una explicación.

—Creía que Eathan te había puesto al día de esta visita. —Reí algo nerviosa, mi amigo negó repetidamente y se cruzó de brazos sobre su pecho.

—No, no me ha dicho nada, y de ser así, Eathan no es quién debe informarme de que el tío que salió de la cámara acorazada de Axel va a ponerse a vivir bajo el mismo techo en el que vivimos nosotros, e incluye en ese nosotros a mi mujer embarazada. —Sonreí de forma culpable

ERALGIA III, La AlianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora