10. Gregör

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Mi madre y Eathan estaban plantados frente a mí, esperando que en cualquier momento intentase dar un paso y cayese al suelo. Miré a mi progenitora, me sonrió con ternura y se acercó un poco más a mí.

Me levanté sola, tras sentir un leve dolor en mi espalda y mi estómago. Respiré un par de veces y fijé mi mirada en el punto hasta el que quería ir: Eathan. Mi amigo todavía llevaba el brazo vendado, pero sin llevarlo colgado. Me armé de valor y avancé un paso, me tambaleé, pero mantuve la postura. Sonreí.

El primer paso, tras tanto tiempo sin poder moverme era un ungüento sobre una llaga abierta, era como ver el final de la tortura. Si podía empezar a andar, cada vez estaría mejor. Todas las noches, soportando el dolor de curarme a mí misma, estaban dando resultado, y eso, era indescriptible. Me sentía liberada, más tranquila y relajada, pese a tener todo mi cuerpo temblando por el esfuerzo.

Mi madre me cogió la mano y me invitó a dar un segundo paso. Respiré hondo y miré a Eathan a los ojos, estaba feliz, sonreía como nunca, porque tras creerme muerta, volvía a andar por mi propio pie frente a sus ojos. Me aferré a mi madre y di otro pasito. Sonreí a mi madre y me acarició el rostro.

—Lo estás haciendo muy bien mi vida, lo estás logrando. —Miró a Eahtan—. Vamos a ver si puedes llegar hasta él. Despacio, no tenemos prisa.

Asentí y di otro pasito, y otro, y otro... Y de ahí, hasta los brazos de Eahtan. Mi amigo sonrió y me ayudó a sostenerme.

—Está hecha una liebre, Guardián —Sonrió con sarcasmo y le di un golpecito con el codo—. No corras tanto, o al final voy a tener que atarte. —Mi madre sonrió.

—Yo intenté atarla una vez y me rompió la cuerda, no hay lazo para tal bestia. —Damon apareció con sus brazos cruzados sobre el pecho, apoyado en la puerta. Sonreí al verlo.

Su mirada se iluminó al verme de pie y tan recta. Otro que también me vio muerta y no esperaba verme andar nunca más. Se acercó a mí, y Eathan le tendió mi mano para que pudiera sostenerme. Mi amigo dio un par de pasos atrás y mi madre le invitó a salir de la habitación, junto con ella.

Damon y yo nos quedamos a solas. Plantados en medio de mi cuarto, cara a cara. Me dio un beso, agarrándome con fuerza por la cintura y dejándome sin aliento. Gemí ligeramente de dolor al apretar sus manos contra mi piel, pero, que bien sentaba poder sentirle de esa forma...

—Moriste entre mis brazos y ahora... Te veo de pie y no sé a quién debo darle las gracias por salvarte, por devolverte a mi lado, pero, no puedo estar más agradecido con el universo. —Sonreí y lo besé de nuevo.

—Date las gracias a ti mismo. Tú me salvaste, nadie más. Sin ti hubiese muerto mucho antes de llegar a verle el rostro a Ketsyä, imagínate. —Le acaricié la nuca con ambas manos saboreando su piel y su cabello. Nos balanceamos ligeramente— ¿Traes novedades?

—Sí. Ahora que puedes tenderte de pie y que te veo más fuerte tendrías que venir conmigo a Save. Gregör no deja de preguntar por ti y por un mapa que tienes tú, que es muy antiguo. —Enarqué ambas cejas.

—¿El mapa de los Guardianes? Ese mapa solo se activa con la sangre de un Guardián de Escolapio, no veo qué utilidad puede tener para él. —Damon se encogió de hombros y me besó de forma fugaz.

—No conozco ese mapa del que hablas, pero según Gregör es una de las claves para poder dar con Axel. —Se me atragantó la saliva de golpe—. ¿Ocurre algo?

—¿Vale la pena ir tras Axel? —Damon se separó de mí ligeramente.

—Axel jamás se ha visto tan menguado en fuerzas, además, tenemos a Gregör, él puede localizarlo, podemos intentarlo. Terminar con él para siempre. —Dudé ligeramente, suspiré rendida y asentí.

ERALGIA III, La AlianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora