Pasaron diez días insufribles, de muchas horas postrada en la cama, sin poder moverme, y de necesitar ayuda para ir al baño, para comer, para beber...
Digamos que jamás había valorado lo mucho que me gusta ser independiente en estos aspectos.
Porque era muy vergonzoso tener que esperar que Líomar, Damon o Edward me pudieran llevar al baño, o que mi madre me tuviese que desnudar para poder bañarme. Por no decir la frustración que genera no poder sostener una maldita cuchara en tu mano.
No me había dado cuenta jamás de lo importante que es valerse por uno mismo, de la importancia que tiene el poder levantarte y hacer lo que quieras sin depender de nadie.
No había hora en la que no probase de mover mis piernas, mis brazos, y me forzaba continuamente para poder recuperar la movilidad. Damon me había dado un poco más de su sangre, pero no hacía efecto, lo que quedaba para recuperarme, era cosa mía.
Me quedé a solas, era de noche, pero se me habían trastornado por completo los horarios del sueño. No podía pegar ojo, aunque las pesadillas eran inexistentes gracias al conjuro de Damon, eso no impedía que todavía me resistiera a dormir.
En un arrebato de frustración y desesperación por poder moverme, retiré la ropa de cama de encima de mi cuerpo y me concentré en mi poder.
Había intentado hacerlo volver, pero no había forma, así que, al igual que hice dentro de la cámara acorazada de Axel, intenté curar mi cuerpo de forma manual, dirigiendo mi poder, o lo que quedaba de él, hacia mis piernas.
Un hormigueo me recorrió todos los músculos, ahí estaba. Me concentré todo cuanto pude, alejándome del exterior, encerrándome en mi interior, visualizando esa pequeña aura de poder que tenía en mi interior, y aumentándola.
La meditación era la única forma que tenía de controlar mi poder, y era la que mejor me había funcionado. Esa pequeña llama azul que tenía en mi interior empezó a crecer lentamente, un escalofrío me recorrió entera, ese escalofrío que solo mi poder podía provocarme.
Sonreí instintivamente, estaba volviendo, mi cuerpo ya podía dominarlo. Mis piernas empezaron a temblar ligeramente, sentía perfectamente como mi energía invadía cada uno de los poros de mi piel, de nuevo.
Un dolor agudo se apoderó de mi cuerpo y grité. Empecé a sentir como si mis músculos se estuviesen desgarrando a tirones, como si mis huesos se rompieran a añicos. Sentí como si estuviesen arrancándome la carne a mordiscos mil perros rabiosos, y grité de nuevo. Era imposible soportarlo, no podía, detuve mi poder en seco y el dolor se quedó latente por unos minutos.
Curarme a mí misma era tremendamente doloroso, y pese a que parecía que mis heridas estaban sanadas, al parecer seguían más frescas de lo que creía. Rebufé un par de veces. Respiré con dificultad, todavía me dolía el pecho, tanto que apenas podía coger aire. Golpeé el colchón con la palma de mi mano y apreté las sábanas.
Eathan abrió de golpe la puerta. Él todavía llevaba el brazo vendado. Se acercó rápidamente a mí y me revisó. Se apoyó a mi almohada con su mano y me miró con ternura.
—Por un segundo creí que nos estaban atacando, o que te pasaba algo malo... Y veo que solo estabas intentando curarte. —Asentí y rebufé de nuevo—. Si a mí me duele el brazo como si me lo fueran a arrancar cada vez que lo intento, tú que tienes el cuerpo molido, no puedes hacerlo.
Rodeó la cama sin quitarme la mirada de encima. Se tumbó a mi lado y acomodó su brazo. Me acurruqué ligeramente en su pecho, escuchando su corazón.
—No quiero seguir postrada en esta cama... Es frustrante tener que depender de los demás para hacer las cosas, me siento inútil todo el tiempo —Eathan ahogó una leve sonrisa y negó.
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ERALGIA III, La Alianza
FantasíaTERCERA PARTE Estar muerta no es agradable, lo he comprobado. El Balakän era el escondite de Axel, nuestro tablero de juego, y yo, como Reina iba a tumbar ese falso Rey. No esperaba que ese viaje que emprendía fuera a rebelarme la belleza que escon...