Hoy he venido a escribirte.
No es porque te eche de menos, ni porque necesite tocarte el fondo. En realidad, no es por ninguna razón.
Es porque se ha desbordado el tanque conmigo dentro,
boca-nada de aire,
no respira,
expira.
Y buscaba frénetica que las paredes dejasen de apretar,
que la presión no hiciese requebrajarse las pupilas, que aunque no son azules, están a desbordar de agua salada.
En cambio, estalló todo.
Y ya sabéis, me gustan las cosas que explotan, como las bombas que a cada latido,
me avisan de que huya,
de que te estás acercando demasiado.
Detonante que bajo agua,
-el agua, que esconde almas que saben hablar con los ojos
y como dijo Bécquer,
que saben besar con los ojos-
es más potente que en lo alto del cielo. Porque está en lo más profundo
y crece desde dentro.
Pero el tanque estaba cerrado herméticamente,
y así me ahogué,
irónicamente,
cuando el fuego se juntó con el agua
y la mina se partió.
