Siéntelo. ¿Tú también lo sientes? No me deja respirar. Me tiene en ascuas. Hace que mida mis palabras. Me hace temblar. Y estar a punto de romperme.
O quizás serás tú.
Quizás tú también estás a punto de resquebrajarte en mil pedazos. Pero pareces tan fuerte, tan duro, tan infranqueable.
Y luego yo, que vivo con miedo a hablar por si me desato y acabo gritando a los cuatro vientos que te amo.
Y tú, tan tranquilo.
Y yo, casi sin uñas.
Escondiéndome en cada esquina con el pelo en la cara y una rendija de luz para poder verte.
Y la ostia que me doy por seguir haciendo esto.
Y los intentos de convencerme de que ya no quiero saber nada de ti que eres gilipollas.
Y las ganas de romper la tension que está a punto de hacer que empiecen a volar gritos, recriminaciones y llantos.
Y lo bonito que sería cerrar eso con un beso.
Y lo repugnante y encantador que me parecería.
Y el odio hacia mi misma por estos pensamientos.
Y el odio hacia ti por ser tú.
Y el amor no olvidado, y los recuerdos, que qué bien estarían guardados, y qué bien estaría que no hiciesen llorar.
Y tú, y tus rarezas que tanto odiaba pero que me sacaban una sonrisa.
Y ese valor que tengo para mirarte a los ojos mientras nos hablamos, ese valor desafiante bajo una sonrisa que espero que no sea de muy gilipollas.
Y ese tortazo que no se si dartelo a ti o a mi misma.
Y esta mierda de indecisión.
Qué difícil es explicar lo que sientes cuando ni tú misma lo tienes claro.