Ya sabéis a qué sensación me refiero: te encuentras a alguien que te conoce y empiezas a repasar a toda velocidad las montañas de archivos que no has ordenado alfabéticamente desde el principio de los tiempos, intentando ponerle nombre a una cara, o cara a un nombre, mientras piensas: «Maldita sea, ¿de qué te conozco?».
Ya sabéis, a veces olvidas a una persona que en el pasado fue muy importante para ti, olvidas su rostro y su nombre, su color favorito y que siempre llevaba calcetines largos. Y cuando de pronto un día te la vuelves a encontrar, te preguntas si el tiempo ha pasado realmente.