Llega el invierno.

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Todo es culpa de estos días tan oscuros;
me hacen estar tan desorientada que cuando anoche se abrió el suelo bajo mis pies
no sabía si estaba mirando al vacío o al mismísimo cielo.
Pero hoy no busco alcanzar tu brújula.
Hoy no vas a ser tú el que me diga qué hora es,
ni el principal personaje de mi cuento de hadas.
Hoy es de noche,
y el destinatario de esta carta es mi corazón.

''Querida herida:
arráncate las espinas,
que no puedo tocarte.
Sé que piensas que son parte de ti y que cuanto más las toques, más van a doler,
pero debajo de ellas lo único que se esconde es una rosa.
Sé que llevas meses haciéndonos creer a todos que estabas empezando a asumirte,
pero tu recaída ha demostrado que te miras de refilón en el espejo
cada vez que te cruzas contigo misma.
No lo hagas.
Hazte frente,
pues nadie más lo hará.''

Cierro el sobre con una lágrima,
levanto la cabeza y me miro fijamente a los ojos
a través del espejo.
No puedo más, y sin embargo tengo que hacerlo.

Guardo la carta debajo de la almohada
para usarla como tirita la próxima vez que me desangre,
para usarla para desatarme de la presión que me arrastra hacia el fondo del precipicio.
Pero te diré una cosa:
hay algo bonito en la oscuridad de la noche:
siempre pueden verse las estrellas.

b a s o r e x i aDonde viven las historias. Descúbrelo ahora