¿Nunca has sentido como si tuvieses una mano en el corazón que lo estrujase hasta que pudieses más? Te duele por dentro. Es uno de esos sentimientos que no sabes expresar, que no sabes lo que son hasta que te pasa. Y las inseguridades aparecen, rondan cerca tuyo, se alejan, se acercan, tentándote. Y sientes la cabeza a punto de explotar. Te desmoronas por dentro, pensando que todo aquello en lo que pusiste toda tu ilusión, ahora se tambalea en una cuerda floja. ¿Cómo pude volver a caer? ¿Acaso no aprendí lo suficiente tras años de caídas que dejaron marcas permanentes en mi piel?
¿Qué pasa si todo esto en lo que he estado creyendo estas últimas semanas, es todo una mentira? ¿Y si me engañó? ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Volver a sucumbir? Él era ese rayito de esperanza que necesitaba, y cada vez que duda, por un solo segundo, mi mundo se tambalea un poquito más, con el miedo de volver a caer, y no poder levantarme nunca más.
