¿Tú oyes como late mi corazón? Yo no. Parece que se ha descargado, aunque aún puede percibirse el fantasma de un latido. Creo que se quedará así un tiempo, por lo menos el suficiente para que él abandone mi corazón.
Se ha quedado un poco solo ahora que se ha ido, pero todavía percibo el rastro que ha dejado a su paso: ruinas y destrucción. En el fondo tampoco creo que su marcha haya sido algo malo.
Claro que me acordaré de él; me acordaré de lo que hubo y no había, de lo que me hubiera gustado que hubiese, y no hubo. Me acordaré de todo lo que hemos pasado juntos, de los besos y las caricias, pero jamás de los gritos y las lágrimas. No merece que sea recordardo por las veces que se enfadaba tanto que pegaba a las paredes; se ha portado demasiado bien conmigo para ello.
Ahora solo espero que todo desaparezca y que vuelva a ser como antes, porque no puedo negar que le necesito en mi vida, necesito sus bromas y sus vaciles y sus escasas pero largas conversaciones profundas sobre la vida, con esos consejos que nadie más me da y que aunque son duros son los mejores.
Y ahora me pregunto: ¿por qué acaba? Y sobre todo: ¿por qué empieza? Con aquellas personas con las que nunca saldrías, aquellas que si las conoces las evitas, ¿por qué empieza? Yo le conocía demasiado, y ahora me pregunto por qué empezamos si ambos sabíamos que no funcionaría aunque por un momento fuese de maravilla, aunque sinceramente no me arrepiento de ello.
Y ahora, ¿qué va a pasar? ¿Cuánto tengo que rezar para que todo vuelva a ser como antes?
