Quiero decirte tantas cosas que no sé por dónde empezar.
Te echo tanto de menos que no puedo soportarlo, y ese dolor aumenta al creer que todo lo que sientes hacia mí es desprecio, repugnancia o Dios sabe qué. Que no puedo soportar pensar que hay una parte de ti a la que le sigo importando, pero que pones todo tu empeño en olvidarme; sinceramente no quiero que lo hagas.
Quiero otra oportunidad, quiero que vuelvas y me beses, que dejes que tu amor crezca y que seamos lo que queramos ser; en resumidas cuentas: quiero todo aquello que he estado intentando dejar atrás.
Pero el problema es que no sé que opinas tú sobre esto, qué piensas, qué quieres, y no tengo el valor de decirte las cosas tal y como son. O quizás tenga miedo a la reacción que puedas tener, a un posible rechazo.
Y no entiendo nada. No me entiendo. No entiendo este desastre que tengo en la cabeza. Ojalá las cosas fueran más fáciles. Pero no lo son. Esto ya no es cuento de hadas; nunca lo fue. Ya no es un mundo de color de rosas, donde te caías sobre colchones blanditos llenos de almohadas; ahora te das un buen topetazo contra el suelo, y no hay nada que frene la caída. ¿Cómo sobrevivimos? Nadie lo sabe.
