Ya va a hacer un año.
Todo cambió.
Me arrepiento.
O quizás no.
Estúpida decisión en caliente.
Me pregunto si la hubiese tomado aun sabiendo lo que iba a ocurrir.
Aunque quizás el primer beso mereció la pena.
Y el ir un poco más allá.
Me pregunto si hubiese llegado a tocar el cielo de alguna manera, o si otro que no fuera él me iba a bajar la Luna. Aunque ninguna sería como la suya; la suya es única. La suya está rota y arreglada con remiendos e hilos. Pero era la mejor de todas.
Pero ya todo me da igual; soy como el mar que se baña en sus propias lágrimas y como los árboles que se intentan aferrar al viento, que amenaza con tirarles.
Ya nadie me va a bajar la Luna.
Pero tampoco quiero.
Ni aunque fuese su Luna la que volviese.
Pero ¿de verdad esa Luna llegó a ser mía?
Quiero creer que sí.
Pero él no era para mí, y lo supe desde el primer momento. Y desde el primer momento supe que éramos de esas parejas que por mucho que se quieran, por h o por b, es imposible que estén juntas.
Porque, simplemente, mírame.
Y ahora, mírate.
Y dime en que se parecen A y B.
Porque tú y yo, ni siempre ni nunca.
Y se que siempre serás esa gran incertidumbre en mi vida, que serás por siempre el primer amor que nunca se olvida.
Y que estarás ahí cada vez que me de la vuelta.
Porque aunque me haya olvidado de olvidarte, y de verdad te haya olvidado, aunque mi vida haya seguido más y más y más allá, sé que nunca te irás del todo.
