Tengamos imaginación. Superemos las barreras. Escribamos algo nuevo. Una historia. De amor, de sueños, de risa...De lo que tú quieras. Tú eliges, te dejo escoger entre un panel con millones de opciones. Yo te doy las ideas y dejo en tus manos el resto, para que lo moldees a tu gusto, para que le des forma. Y luego, lo quiero para mí. Para que el día que no estés por cualquiera razón, pueda cogerlo y oler tu aroma, el que se quedó impregnado en el papel al pasar tu manga al escribir. Para que pueda leerlo sentada en mi poyete, mirando por la ventana e imaginándote a mi lado. Y cuando estemos los dos juntos, que me lo leas a mí. Sólo a mí. Pero el problema, es que no planeé tu partida, y cuando te marchaste lejos de mí para no volver, me encerré en mí misma. Y una tarde, mientras rebuscaba en un cajón, lo encontré. Estaba arrugado. Hacía mucho tiempo que no lo veía, tanto, que ya ni me acuerdo. Pero la letra estaba igual. Tan perfecta, tan sorprendente...pero al segundo, se emborronaron. Todo. El papel, la tinta, todo. Y me acerqué al poyete de la ventana, cómo lo hice aquellos días, y salí afuera. Llovía. Era invierno. El aire trajo a mis manos una hoja marroncita y tomé la decisión. Junté las dos cosas y las partí en cachitos. Dos. Cuatro. Seis...Y así hasta que no se pueda más. Y entonces, el viento me lo arrancará de las manos y lo alejará de mí para siempre.Quizás algún día nos reencontremos, pero hasta entonces, intentaré mantenerte lejos.
