Hay quien desea enamorarse. ¿Por qué? Te atas a una persona, dependas de ella constantemente, y lo peor es que duele. Podéis pensar, ¿cómo puede doler? Pues sí señores, duele y mucho; si no tienes la suerte de que te corresponda. Hasta que esa persona sienta lo mismo por ti, hay un trecho que duele: miradas, ilusiones, esperanzas; hasta que al final llegan los hechos. Pero, ¿y esa persona nunca te corresponde? Te pasas el rato pensando, comiéndote el coco para ver qué hacer, cómo actuar, cómo ser. Y el amor nos ciega, nos hace cometer locuras, nos envuelve en una capa transparente y silenciosa que nos nubla la vista; pero eso no sirve de nada. No se enamorará de ti si cambias tu forma de vestir, tu forma de hablar, tu peinado o tu forma de ser entera. Y si se enamora, no por cómo eres, sino por lo que te has convertido, entonces, tienes un problema. Te romperá el corazón, y habrás deseado que eso no hubiese ocurrido jamás. Desearías desaparecer, borrar todo lo ocurrido tan rápido como cuando se borra el lápiz. Pero no hay vuelta atrás, las cartas están echadas, el futuro decidido; nunca cambies por nadie, de verdad, confía en ti. Y tampoco intentes ser alguien que no eres, porque te harás daño a ti, y a los demás. Somos una creación de Dios, y para él, somos perfectos.