Soy el cristal del vaso que se queda atrapado bajo el mueble, el hilo descosido de un jersey nuevo, la gota de agua que se escurre del ojo de la botella. He dejado de ser entera, ya no soy ni pluma del ala izquierda ni vena de sangre sucia. Me he consumido. He perdido la fuerza para volver a encenderme, ha desaparecido el gas. Y sé que nadie entiende esto. Nadie sabe por qué soy la arenilla que se desprende del cemento, nadie entiende que no hago falta. Sé que no escribo como hablo y que hay en mí un poco de hipocresía, pero sí que escribo como pienso, pero como no hablo como pienso, no he dejado de ser hipócrita. Sin embargo, ¿quién me entiende si no hablo hipócritamente? Solo unos pocos escucharían, demasiado pocos se molestarían en intentarlo. Y aún menos entenderían. Y el que entienda aunque sea una minúscula parte de este trabalenguas, de mí trabalenguas, entonces será el único que me entienda.