desconocido

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Era una chica de mar.
Si supiese pintar, pintaría el horizonte de tus labios,
recogería las conchas de tus lunares,
rompería las olas en la orilla de tus líneas.
Pero no sabía pintar.
Sin embargo, sabía aguantar cualquier tormenta,
sin miedo a que la arena
se escapase de sus dedos de vez en cuando.
Sabía que los secretos más profundos
sólo se descubren con agua en los oídos y un poco de oxígeno de ayuda. Quizás de una bocanada de angustia. O incluso de algún beso robado.
Era consciente de que los castillos no aguantaban más de un día,
y de que el ardor de los brazos, de las piernas,
de los pulmones,
no siempre era malo,
porque las lágrimas saladas se mezclan mientras nadas.
Para qué quería rubios, ojos verdes, sonrisas de tropecientos mil kilovatios
si hasta madrugar es maravilloso
con los bostezos de sol de tu espalda.
Estaba enamorada,
porque claro,
era una chica de mar.

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