¿A quién intento engañar? ¿A los demás? ¿O a mí misma? Porque quizás si les hago creer que estoy bien, que tengo todo claro y que sé lo que quiero, entonces me lo crea. Quizás si les hago creer que mi mente está tan despejada como un desierto, mis ideas, que están tan enredadas como los cables de unos cascos, se desenmarañen. Pero en realidad, ¿qué es exactamente lo que queremos? Si cuando tenemos lo que siempre habíamos estado esperando nos encaprichamos de otra cosa.
¿Y lo fácil que sería gritar las cosas tal y como son? Gritar que te quiero, que te echo de menos y abrazarte, y quedarnos así unos minutos, sin preocuparnos del después, de lo que somos o de lo que seremos. Pero lo que nos da miedo es el futuro; nos da miedo lo que pueda pasar cuando ese abrazo termine, o qué va a ser de nosotros en un par de horas, de días, de semanas. Quizás es ese miedo lo que me hace pensar que quizás las cosas están mejor así, que no hay que tocarlas. Pero vuelves como un fantasma cada minuto, y ese pensar de ''todo está mejor así'' se desvanece hasta no dejar rastro. Pero no te ilusiones, es solo durante un par de minutos; el pasado te acecha, te susurra y te hace mirar hacia él incluso cuando es lo que menos quieres. Y lo verás y tus miedos reaparecerán como si nunca se hubieran ido. Y así hasta que te hayas vuelto loco.