#imagine

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La primera vez que la vi, lo primero que me llamó la atención fueron sus enormes ojos, escondidos tras unas gafas de pasta azules incluso más grandes. Me miraron con curiosidad durante un instante, un instante que yo diría que fue más largo de lo normal. Continuó su camino, tapándose aún más con la toalla en la que estaba envuelta, y no la quité ojo de encima hasta que la perdí de vista.

De vuelta en mi ciudad, al acabar las vacaciones, nos encontramos otra vez. El destino, por una vez, estaba a mi favor, y ella parecía esperarme ahí sentada, en la parte de atrás del autobús, con la mirada perdida tras la ventana y un libro en la mano. Pude observarla mejor esta vez.

Tenía el pelo rizado y oscuro, con mechas rubias y pelirrojas, que más tarde averigüaría que eran naturales; lo tenía muy largo y precioso, y pedía a gritos que enterrara las manos en él.

Su nariz era chata y respingona, y la boca pequeña con el labio inferior carnoso y de un rojo llamativo; no paraba de mordérselo.

Tenía la cara redonda y los pómulos pronunciados; no era una belleza exótica propia de una modelo de Victoria Secret, pero había algo en ella que me atraían como un imán.

Cuando estuve sentado junto a ella, pude percibir su aroma; olía a champú, a vainilla y a libro, como si se hubiese frotado el cuerpo con su novela favorita. Tenía la cara llena de pecas, como si le hubiesen espolvoreado canela por la cara y las mejillas sonrosadas; los brazos con lunares, no demasiados, pero los suficientes como para querer besarlos uno a uno.

La miré, y a pesar de que una vez había leído que las lectoras odiaban ser interrumpidas, la saludé.

-Hola.

Ella se giró en mi dirección, con el ceño fruncido y con cara confundida.

-Eh...hola.

Sus ojos eran de color miel, y parecía como si alguien hubiese sacado punta a un lápiz verde y marrón y hubiese espolvoreado las virutas por su iris. Además, brillaban con luz natural, quizás esperando algo, soñando algo; me dejaban sin respiración.

-¿Cómo estás? -ella había retomado la lectura y chasqueó la lengua, exasperada. Opté por tomar otro camino; había leído (también) que si interrumpes a una chica que lee, por lo menos preocúpate por lo que está leyendo.

-¿Te está gustando? -señalé el libro.

Esto pareció encender algo en ella, porque sonrió y se le iluminó la cara como a una bombilla.

-Sí, la verdad es que me está encantando. Es como vivir en otro mundo.

Su voz era tal y como me la había imaginado: suave, aguda y soñadora.

-Me alegro entonces -me regaló otra sonrisa.

-¿Tú lees? -parecía ilusionada, y me dio pena decepcionarla.

-No...la verdad es que no. Nunca me he puesto a ello.

-Ah... -el muro que había conseguido derribar volvía a construirse, lo que me volvía a dejar más separado de ella. Intenté como pude salvar esa distancia.

-¿Dónde veraneas? -esa pregunta la pilló absolutamente desprevenida. Y abrió mucho los ojos cuando yo mismo respondí mi misma pregunta.

-¿Te...conozco de algo? -preguntó con cautela.

-Quizás. -sonreí socarrón y me puse las manos detrás de la cabeza- Nos encontramos una vez. Quizás ni me recuerdes. Tú deberías de estar subiendo de la playa; ibas sola y llevabas una toalla roja -ella pareció acordarse- No hablamos, pero...

Dejé la frase en el aire y ella se mordió en labio inferior. Lo hacía muy a menudo.

-Bueno...me preguntaba si querrías venir conmigo a dar una vuelta. Sé que no me conoces pero...

-¿Ahora?

-Ahám.

-No puedo, lo siento...me esperan.

-¿Tu novio? -debí de sonar decepcionado, porque a ella se le iluminó la cara de repente y sacó su móvil.

-¡No, por Dios! -sonrió- No tengo novio. Así que...si sigue en pie lo de ir a dar una vuelta...cuando quieras.

-Está bien, dame tu número. -Intenté no sonar muy emocionado.

Mientras apuntaba su número, eché un vistazo a su móvil; Johnny Depp fumando aparecía en su fondo de pantalla. Con que una amante del buen cine...esa chica me gustaba cada vez más.

Trasteaba nerviosa en su mochila y se la cayeron un par de cosas al suelo del autobús.

-¡Puñetas! -chasqueó la lengua. Yo me reí.

Levantó la cabeza con las cejas enarcadas con escepticismo.

-¿Qué te parece tan gracioso?

-Nada.

-¿Nada?

-Nada.

Frunció el ceño, y terminó de recoger. Yo sacudí la cabeza, aún sonriendo por su pequeña palabrota ("puñeta") y por el hecho de que seguro que la había aprendido del Capitán Jack Sparrow.

-Mi parada es esta.

Me levanté para dejarla pasar, y de repente caí en la cuenta de que no sabía su nombre. Como leyéndome el pensamiento, me sonrió.

-Por cierto, soy Gloria. -Y os juro que un coro de ángeles bajó del cielo a cantarme su nombre.

-Gloria...Gloria -me encantaba decirlo. Ella me miraba con extrañeza- Soy Christian.

Como si hubiesen lanzado montones de fuegos artificiales, levantó la cabeza, asombrada y con una sonrisa tímida. Más tarde me enteraría que el hombre de sus sueños se llamaba Christian, que era su nombre favorito de chico.

-Encantada de conocerte, Christian.

-Yo puedo decir lo mismo, pequeña Sparrow.

Y con una última sonrisa, se bajó del bus.

b a s o r e x i aDonde viven las historias. Descúbrelo ahora