CAPITULO 26:

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Días después...

Con solo verla llegar en la noche al hotel, supo que algo le había pasado. Su cara estaba blanca como un papel. Los pasos aunque rápidos eran inseguros. Y ni que decir de que miraba los alrededores como si de la nada tuviese delirios de persecución. Solo llevaba meses o incluso menos – semanas – de conocerla y ya había aprendido a leerla. Cuando estaba mosqueada, triste o pensativa. Aunque ese día si fue muy obvia, pues al saludarla y preguntarle qué tal pasó, no contestó y lo pasó de largo, como si fuese solo una planta en el pasillo.

Y en esos días posteriores nada mejoró. Según el rastreador del teléfono, estuvo el día de la fumigación en el restaurante de Olga y Ben. Pero el resto de la semana y tambien la siguiente, no se movió para nada del hotel, ni siquiera en su día libre. Andando de la suite al buffete y de ahí a limpiar el último piso nada más. Lo que implicaba que parecía estarse escondiendo. ¿Pero de quién o qué? Su humor tampoco fue el mejor. ¿Hacerla reír? Un milagro. La mirada perdida en todo momento, y ni mencionar el acercársele de sorpresa. Grito de espanto asegurado.

Hasta Leslie estaba confundida respecto al comportamiento de Mónica. Ella, que no parecía interesarse más que de sí misma.


FLASHBACK:

—La verdad no entiendo a esta que le pasa.

Hizo un gesto con los lentes doblados, al lugar en el que había estado la empleada almorzando, y donde ahora solo quedaban los desastres de sopa, refresco y aderezos, que limpiaban los de cocina, mientras ella era trasladada de mesa.

Lo que había ocurrido era que mientras comían Leslie y él, discutiendo asuntos del hotel, Mónica lo hacía tranquilamente en otra mesa. Uno de los meseros se le había acercado para ofrecerle un aderezo a su ensalada. Solo le había puesto la mano en el hombro, ¿y luego? Un grito de pánico, un manotazo arrojado y tanto el plato de sopa como el frasco de aderezo y el mesero habían volado lejos, mientras la chica se llevaba la mano al pecho, espantada.

—Lleva así desde hace unos días, ¿no?—volvió a ver a la gerente de su hotel.

Ella bufó, rodando los ojos.

—Desde el sábado de la semana pasada. No puedes hablarle de sorpresa, porque se asusta. Es irritante—el no dijo nada—Mónica está muy rara. Y justo ahora que tenemos demasiados problemas. Ella era lo único que faltaba.

Desvió su atención del asunto de la chica, pensando ahora en el que parecía un pequeño lío, pero era más grande que una bola de nieve que descendía por una pendiente. Varios huéspedes habían dado el informe tanto a ellos como a la policía, de que les estaban robando pertenecías, dinero y joyas de los cuartos. Algunos de las suites, y otros de los cuartos inferiores. Y aunque los cuartos de todos los empleados, tanto como de los huéspedes se habían registrado, en ninguno de ellos estaban las pertenencias desaparecidas. Él había sido informado desde el día anterior que había llegado de Nueva York. Tendrían que tomar cartas en el asunto antes de que todo se saliera de control y terminaran clausurando el hotel, o implicándolo a él en los robos, creyéndolo cómplice. Pero ahora... Tenía algo más en que enfocarse.

—Hablaré con Mónica para saber qué la preocupa y porque está tan extraña. Y más tarde me encargaré de resolver este asunto, hablando con los huéspedes y la policía a ver que se sabe.

—Me parece perfecto. Me avisas por favor para estar en la reunión con ellos. Como gerente tengo que apersonarme de todo.

El secó su boca con la servilleta y se levantó de la mesa.

SUITE 405 (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora