MONI EN MULTIMEDIA
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Calor.
Mucho calor.
Estaba prendiéndome.
Abrí mis ojos, escuchando el canto de las aves de mar, entrando por el mirador del cuarto. Ya era completamente de día, y el sol también se colaba por una rendija de los cortinajes de la suite. Miré los alrededores, en busca de lo que me generaba tanto sofoco, casi hasta el punto de sudar. Y lo hallé. A mi lado – o mejor dicho prácticamente encima de mí – Andrew dormía con tranquilidad. Su cabeza contra mi cuello, el brazo rodeándome la cadera, y una pierna encima de las mías.
Lucía agotado por el vuelo largo.
¡Pero yo estaba calcinándome viva del calor!
Moví mi cabeza hacia un lado, para no sentir su respiración caliente en mi cuello, y cuando el cambió de posición, bajando de mí, pero sin despertarse, suspiré aliviada y pude recibir aire fresco.
Habíamos llegado la noche anterior a Hawái, y ambos cayéndonos tanto del sueño, que tan pronto entramos en la suite de su hotel en la isla de Honolulú, tomamos un pequeño refrigerio de mini sanduches, caímos en la cama. Y ahora... miré mi móvil en la mesita de noche. Eran las siete de la mañana y me sentía un poco más descansada.
Sin hacer ruido me di la vuelta en la cama y admiré las vistas de la suite. Era tan amplísima como las de sus demás hoteles. No tan grande como el penthouse, pero contaba con una sala de estar bien amueblada, televisor de pantalla plana, mini bar. Mirador de gran corredor, para sentarse a comer viendo los amaneceres o atardeceres. Incluso las noches estrelladas. Aire acondicionado, red wifi, la cama gigante como para tres personas, en el centro del cuarto. También con televisor allí. Y el baño... aun debía echarle un vistazo, por lo tarde que habíamos llegado y lo mucho que se me cerraban los ojos el día anterior.
Sonreí al recordar el sueño que había tenido en el jet, de la madrugada luego de la boda, y el oral que le había hecho. Eso no dejaba de hacerme sentir satisfecha. Andrew me había cambiado y había puesto mi vida patas para arriba. Para bien, claro estaba. Pero cosas que antes ni me habría atrevido, traumas que llevaba conmigo, ya no estaban. Nina y su tarot de nuevo habían acertado. Me había convertido en su esposa, y me había enseñado a amarme a mí misma. Solo esperaba que en la parte de mi ex marido, el golpe no fuese muy letal. Porque todavía estaba suelto, buscándome, y a pesar de mi matrimonio, no tenía todavía la visa. Ese gran paso faltaba.
Volví a ver a Andrew.
No me amargaría mis vacaciones con todos esos temores. Ya habría tiempo para ello, cuando retornáramos a Nueva York, dos semanas después, y dos días después de mi cumpleaños. Ya tendría cabeza para todo el mal. Ahora disfrutaría de mi nuevo esposo, y todo lo que trajese este matrimonio arreglado.
Cuando cerraba los ojos para descansar un rato más, a su lado, un ruido peculiar llenó el cuarto. Solo pude parpadear dos veces, antes de cubrirme la boca para no reír a las carcajadas, y la nariz, para no tragarme el fétido olor. Andrew se había lanzado un peo. Quizás habiéndole sentado mal los burritos que nos dieron durante el vuelo en jet. Lo miré, y ni cuenta se había dado. Al contrario. Se acomodó mejor entre las mantas y se lanzó otro. Y ahí sí que no pude con la risa, cuando sonó como si encendiera una motocicleta averiada.
Y mis carcajadas lo despertaron de golpe. Con ojos somnolientos me miró, sin entender el porqué de mi risa mientras el solo descansaba.
— ¿Qué ocurre?
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SUITE 405 (COMPLETA)
Romansa¿A qué estarías dispuesta por salvar tu vida? ¿Perderte lejos donde nadie te conozca? ¿Pagar el precio que sea? O ir contra la ley, fiándote de un coyote que te ayude a cruzar la frontera de México a Estados Unidos, sabiendo como podrías acabar de s...