CAPITULO 29:

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LA. Tiempo después...

«Piiin».

Hizo el ascensor cuando se detuvo en el piso indicado y las puertas se abrieron. Nielson le hizo entrega de la maleta. El levantó la vista del móvil, preparándose para salir.

—Mil gracias, Nielson.

El botones y a veces vigilante, le sonrió amable sujetando la puerta del elevador.

—Con todo el gusto, señor. Feliz estadía—rió y salió del mismo.

Algunas cosas no cambiaban, y aunque el hotel era suyo y todos los fines de semana venía a quedarse, el empleado insistía en desearle una buena estadía como a un huésped más. Las puertas se cerraron.

Jueves en la mañana. Y allí estaba de nuevo el, un día antes de lo previsto, en el hotel. Como era ya costumbre. Con mucho estrés había contado los días que faltaban para hacer la visita rutinaria al hotel de Los Ángeles, y tan pronto estuvo preparado el jet para emprender vuelo, no lo pensó dos veces y se encaminó a California. Nada lo retenía en ningún lado. ¿Entonces porque esperar al viernes o sábado para volar a la sede Sapphire? Además el llegar pronto le serviría no solo para ver a Mónica. Sino para atender el asunto de los robos. Leslie le había comentado que un nuevo ataque se había presentado, y él quería estar allí para echarles un vistazo a las cámaras.

Tal vez ya tuvieran al responsable.

Cuando pensaba seguir al pasillo, a su cuarto que quizás no estaba limpio por llegar adelantado, el móvil le sonó. Y con una llamada esperada.

—Capitán Davis, buenos días.

Se apoyó en el pasa manos que daba al balcón desde donde se veían los pisos inferiores.

—Señor Donnovan, espero no haberlo despertado. Es aun temprano, pero me advirtió que lo llamara tan pronto tuviese la información.

—No me despierta, capitán. Antes agradezco que pudiera hacer la investigación, a pesar del trabajo en exceso que deben tener en la policía.

—Mis hombres fueron eficientes y se encargaron de ello. Ahora tengo todo lo que usted necesitaba saber.

Cruzó un pie hacia atrás, rezando porque los resultados obtenidos fueran los que él quería.

Días atrás, por debajo de cuerda, había contactado al capitán que se encargaba del caso de los robos, para pedirle que le ayudara con otro caso. Si Mónica no estaba dispuesta a volver a denunciar a su ex marido, o tenía miedo de presionar, él lo haría por ella. Mientras más rápido atraparan a ese imbécil mucho mejor. Así que en secreto y sin que ella se enterara, le había dado los datos al oficial de policía, para que averiguara si ella en efecto había denunciado a su ex marido. Les había hecho entrega del nombre completo y una fotografía que Flor le pasara a la chica. Y el capitán Héctor Davis ya parecía tener respuestas.

—Cuéntemelo todo, capitán.

El hombre suspiró del otro lado, y pareció teclear en una computadora.

—Bueno. Miramos en los expedientes y no se tiene ninguna denuncia en contra del señor Adolfo García. Es más, y muy curioso... no aparece en nuestros registros. No es un ciudadano americano—frunció el ceño.

— ¿Qué? No puede ser posible. Mi amiga dijo que vivía en San Diego y que ella lo había denunciado por maltrato.

—Pues en el sistema no hay nadie registrado con ese nombre. A menos que él no sea de los Estados Unidos. Puede tratarse de un inmigrante o ciudadano de otro país y no nos cercioramos.

SUITE 405 (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora