CAPITULO 36:

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Retrocedí dos pasos, y él me miró con mucha atención. Avanzando despacio como el depredador que era. Yo retrocedí, tambien muy lentamente. Como si estuviera fuera de mi cuerpo. Como si lo viese todo desde afuera. Y al tomar la puerta que daba al interior del hotel, con cautela, sus pasos se aceleraron. Solté un gritito, y cuando entré, corrió para darme alcance. 

Mi pesadilla más grande se hacía realidad.

Le cerré la puerta en la cara y me apoyé contra ella para no dejarlo pasar, con el miedo en cada molécula de mi cuerpo. La empujó haciendo que los vidrios de la misma se estremecieran. Que hasta el suelo temblara.

—Estás muerta, maldita zorra—gruñó, y yo me puse a temblar—ya te encontré y me vas a pagar todo lo que provocaste.

Mi estómago se descompuso por el terror. Sentí como si fuese a vomitar en cualquier momento. Mi cuerpo no me respondía. Hiperventilé.

¿Cómo escapaba? El ascensor estaba malo. Debía correr escalas arriba. ¿Pero mis piernas me ayudarían?

Miré por encima del hombro, y encontré que la puerta tenía un seguro para ponerle. El bombillito se me prendió. Eso tal vez no le evitara entrar. Pero lo retendría hasta que yo escapara de sus garras. Con mucha cautela le di vueltas y la tranca salió. Me aparté de allí, cuando toda la puerta volvió a estremecerse.

— ¡Mónica! Abre esa maldita puerta. Te lo ordeno.

Retrocedí de espaldas, en busca del pasamanos de las escaleras. Mi garganta casi cerrada para no dejar escapar aire ni que entrara.

Solo tenía que subir y sería libre. Pero mis pies no me daban.

Di un salto cuando con un puñetazo, el rompió los vidrios de la puerta. Me miró con odio y gruñó al ver mis intenciones.

—Ni siquiera lo sueñes. Ya estás muerta.

Metió la mano para abrir la puerta, en el momento en que yo subía los escalones, tropezando con todo. Grité y di vueltas en las escalas de caracol, cuando la puerta se abrió de golpe y agarró a correr detrás de mí.

—Dejaste ciego a mi amigo Tulio, y tengo yo tambien unas cortadas en la cabeza. Eso me lo voy a cobrar y te va a costar muy caro. Vas a sufrir hasta morir.

Miré bien por donde iba, no haciéndole caso a sus palabras y concentrándome solo en llegar al lobby. Allí habría tanta gente por ser hora de entrega de cuartos, que podría escapar. Si no lo conseguía en ese momento, no lo haría nunca. Volvería a atraparme y adiós seguir con vida.

—Di algo, gatita. ¿Ya ni me hablas?

Agradecí a Dios cuando se me presentó la puerta que daba a la recepción, y cuando pasé por ella, se la cerré a mi ex a la cara. Seguí corriendo, esquivando a los huéspedes con sus maletas, mirando solo un segundo hacia atrás, mientras el salía jadeando. Necesitaba que por un milagro divino estuviera libre el ascensor. ¿Sería mucho pedir?

No lo fue. El mismo llegó a recepción con tres personas y antes de que se cerraran las puertas al salir ellas, yo entré y presioné el botón. Las puertas comenzaron a cerrarse cuando él llegaba hasta mí, después de haber esquivado a toda la gente e incluso haber empujado a muchos y golpeado a otros para cumplir su objetivo. Aferré la barra de atrás, cuando el elevador subió, alejándome de mi ex marido. Mis piernas estuvieron por fallarme. Pero supe que la batalla no la tendría ganada. Él ya sabía que estaba trabajando en este hotel. Merodearía en él, y justo ahorita, andaría por cada piso para buscarme. Aunque eso lo llevara a las últimas consecuencias. Di un respingo cuando el ascensor se detuvo en el piso veinte y las puertas se abrieron.

SUITE 405 (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora