CAPITULO 44:

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REGRESARON LOS CAPÍTULOS, MIS AMOREEEES.

GRACIAS POR ESPERARME. TUVE UN EXCELENTE DESCANSO, AUNQUE LAS EXTRAÑÉ DEMASIADO.

AHORA SÍ A DISFRUTAR.

MÓNICA EN MULTIMEDIA

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Días después...

No perdimos ningún tiempo. Tan pronto quedó claro con Holly, lo que quería yo en la fiesta de compromiso, todos nos pusimos manos a la obra. La hermana de Andrew – preciosa ella – se encargó de organizarlo todo, para el fin de semana siguiente y sin la presencia de las tías de mi prometido en la reunión. Y por todo nos referíamos a la comida, los invitados y hasta el lugar donde se llevaría a cabo. Ella quería en un gran salón de eventos. Pero a regañadientes por parte de Andrew, la haríamos en el patio de la gran mansión de sus padres. Con la familia de Holly, los abuelos maternos de los dos, mis futuros suegros, y varios amigos como algunos de los invitados. Y ya que yo no quería nada grande y extravagante, usaríamos eso como excusa para no invitar a tanta gente. Aunque el trasfondo real era que buscábamos que Adolfo no nos rastreara.

Mientras mi nueva cuñada se encargaba de todo eso, Andrew y yo nos enfrascamos en hablar con su abogado y ahora también la mía. Pues luego de buscar entre mis cosas y hallar el papel con los datos de Martha, la chica que cruzó conmigo la frontera, la llamé y estuvo de acuerdo en echarme una mano, aunque desde la distancia. Así que por video llamada estuvimos reunidos los cuatro para discutir el tema del visado. Que tan complicado era todo y si valía la pena intentarlo. Habría que adjuntar documentación luego de la boda, ensayar al derecho y al revés nuestra especie de guión y demostrar que en efecto éramos una pareja muy enamorada que no quería separarse después de la boda. Mi entrada ilegal hacía todo más engorroso, por haber violado todas las leyes, pero Andrew estaba seguro de que lo conseguiríamos sin mayores percances.

Solo cuando las cámaras se apagaron ese miércoles, casi al medio día y con un clima precioso, mi nueva pareja falsa, tomó una decisión.

— ¿Salimos a almorzar?

Lo miré mientras me levantaba del escritorio.

— ¿Si podemos? ¿Es seguro?

Afirmó.

—Está haciendo un día precioso, teniendo en cuenta lo que llueve diario en Nueva York. Podemos ir a almorzar por ahí, te llevo a que conozcas Central Park, y luego a por un regalo que tengo para ti.

Me entusiasmé con todos los planes. El respirar aire fresco, conocer mi nuevo hogar provisional, y alejarme del edificio. Aunque disfrutaba de las vistas desde el penthouse, y me sentía muy segura, si era cierto que a menudo todas sus paredes se cernían sobre mí. Me sentía como una mariposa en una urna de cristal y moría por salir. Que no lo dijera antes, había sido para no molestar a Andrew. Ya bastantes problemas había tenido con no poder visitar los demás hoteles, y atender los pendientes de manera virtual, para yo añadir otro más a su espalda, como el querer salir aunque corriera peligro.

Lo último que había dicho, captó también mi atención.

— ¿Un regalo?—se acercó y le dio un tironcito a mi barbilla, antes de dejar un beso en mis labios.

—Así es.

— ¿Qué clase de regalo?—se puso su chaqueta—ya he recibido demasiados.

—Para mí nunca serán suficientes. No, si puedo permitirme consentirte—sonreí como una niña—ya descubrirás qué es, más adelante.

SUITE 405 (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora