Epílogo

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Sora abrió los ojos y sonrió con ternura al oír los pequeños pasos que se dirigían corriendo a su habitación, miró el reloj y vio que eran las 06:30 de la mañana. Kakashi dormía a su lado, su profunda respiración era acompasada y tranquila. Los pasos se acercaban cada vez más a la puerta del dormitorio y Sora oyó un golpe seco, signo inequívoco de la caída del pequeño. Frenó las ganas de levantarse para ayudar a su hijo menor y espero hasta que lo oyó levantarse. Debía fomentar la independencia de su hijo. Los pasitos continuaron hasta que una pequeña sombra se dibujó en la apertura de la puerta.

—¿Mamá? —preguntó una voz dulce desde el umbral.

Sora sonrió de nuevo, levantó las sábanas y se hizo a un lado para dejarle espacio al niño.

—Ven con mamá, mi pequeño Obito —respondió Sora palmeando el espacio vacío que había dejado segundos antes.

El niño corrió hasta su posición y se subió a la cama, ella lo tapó, lo abrazó y besó su coronilla hasta que supo que se había dormido de nuevo. Sora continuó en esa posición y sonrió feliz ante su situación. Obito era el menor de sus dos hijos y se llevaba poco más de 1 año con su hermano mayor Sakumo. La viajera volvió a sonreír al pensar en Sakumo. Su primogénito al igual que su padre era todo un genio.

Sakumo destacaba en cualquier área; era hábil en todas las disciplinas ninja, el alumno con más méritos académicos y el niño más obediente y educado que Sora había conocido jamás. Tenía 6 años y podías mantener una conversación con él sobre cualquier cosa pues siempre presentaba una actitud madura y atenta. Era simpático y divertido y lo que más le importaba a Sora, era un niño feliz.

Arrulló con más fuerza a su Obito. Sus hijos eran totalmente opuestos y no sólo en lo referente al físico ya que Sakumo tenía el cabello plateado y era casi una copia de Kakashi, en cambio Obito era de cabello azabache y con un rostro con una mezcla de sus progenitores. En cuánto a sus capacidades... Sora volvió a besar la cabeza del pequeño y evitó las ganas de hacerle cosquillas.

Su hijo menor presentaba dificultades en cualquier área; caminó tarde y aún ahora con 4 años y medio tropezaba y caía hasta con una hoja del suelo. Sus habilidades ninja eran prácticamente nulas, pero su pequeño y adorado torpecito no desistía en su empeño y amaba cualquier cosa relacionada con el mundo ninja. Kakashi siempre lo miraba con una mezcla de orgullo y emoción diciendo que el niño era igual al hombre al que le debía su nombre. Obito Uchiha. Su pequeño Obito también era torpe, quejica, enojón y cabezota, pero sus papás no podían quererle más porque a pesar de eso, el menor de los Hatake tenía un corazón de oro y una sonrisa capaz de emocionar a cualquiera que le viera. Hablaba por los codos, pero era muy difícil entenderle ya que también parecía tener algún problema de dicción. Sora intentaba evitarlo, pero sabía que a veces se mostraba demasiado protectora debido a las dificultades de su hijo. En esas ocasiones, Kakashi siempre la tranquilizaba y la motivaba diciendo que llegaría el momento en que Obito cumpliera todos sus objetivos, sólo era cuestión de tiempo.

Sora sonrió en la oscuridad, Obito iba con algo de retraso, pero al igual que las flores más tardías, sabía que brillaría y se convertiría en un hombre impresionante y digno de ver.

Se movió levemente y Kakashi pasó su brazo alrededor de la cintura de su esposa. Una fuerte patada hizo que el abultado vientre de Sora vibrara y Kakashi río en la curva del cuello de La Viajera.

—Vaya, vaya nuestro hijo amanece con muchas energías —le habló con esa voz aterciopelada capaz de hacerla temblar, Sora sonrió ante la caricia que el peliplata le dedicó a sus senos.

—Esta vez será una niña —afirmó ella con seguridad, apartando con suavidad la mano de Kakashi para posarla en la cabecita del niño que dormia a su lado para que supiera que no estaban solos.

Kakashi mi protectorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora