Capitulo 43 - El secreto de Kakashi

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Kakashi salió del hospital de Konoha con el labio roto, la ceja derecha partida y una determinación clara: buscaría a Sora y le confesaría sus sentimientos. Le diría que la amaba, con cada fibra de su ser, con cada latido de su roto corazón, con un amor puro y verdadero.

Sabía que se había comportado como un cobarde al dejarla marchar sin decírselo, pero eso no iba a volver a suceder, ya no. Ella se había enamorado de él, la mujer más fascinante y maravillosa que había conocido nunca, lo amaba. Y aunque la situación de Kakashi continuaba igual, al menos ahora, al saber que ella le correspondía, podría decirle la verdad en cuanto a sus propios sentimientos. Aunque no podía explicarle el porqué de no poder darle más de una noche, si podía decirle que era por algo que implicaba un riesgo para ella. Ahora que sabía que Sora también lo quería, no sería tan egoísta decírselo.

Suspiró con una sensación contradictoria en su pecho, estaba irremediablemente feliz de saber que la joven lo amaba, pero no podía parar de pensar en que la situación en la que su protegida se encontraba  era tremendamente injusta, ella merecía un hombre mejor. Un hombre que la tratara como necesitaba y deseaba, porqué después de pasar la noche juntos, Kakashi había descubierto que Sora era de lo más pasional y deshinibida en la cama, tal y como él se había imaginado a su mujer perfecta. Ella era todo lo que alguna vez, en sus locas e inalcanzables esperanzas, se había permitido soñar. Mejor que cualquiera de las heroínas que tanto admiraba de su icha icha. Sora era perfecta y el peliplata sabía que merecía un hombre mejor que él, pero no podía esconder más lo que sentía, la irrefrenable atracción al estar cerca de ella, las locas ganas de estrecharla entre sus brazos y de volverla a hacer suya. Ese deseo salvaje que lo dominaba al estar a su lado y saber que no podía tocarla de nuevo de esa manera...

Todo seguía estando igual de jodido, pero al menos ahora ella sabría la verdad.

Hatake Kakashi, el hombre que había jurado no amar ni ser amado por nadie, estaba perdidamente enamorado de Sora, de su luz, de su sonrisa, de toda ella. Amaba a la joven desde esa suave y perfecta coronilla hasta el sexy dedo pulgar de su pie, centímetro a centímetro, curva a curva, latido a latido. E iba a decírselo, estaba decidido.

Giró la primera calle y vio a Buru en una esquina. El jonin se sorprendió al no verlo acompañando a Sora y un leve escalofrío le recorrió la espalda, tenía un mal presentimiento.

—Buru —habló avanzando hacia su Ninken—. ¿Dónde esta Sora? —preguntó con preocupación.

El can emitió un profundo gemido y Kakashi alarmado activó todos y cada uno de sus sentidos ninja. Al hacerlo se percató de dos cosas; sus reservas de chakra habían aumentado de una manera sorprendente gracias a la transmisión de Sora y ella se encontraba en la Villa, no muy lejos de su posición. Miró con preocupación hacia el edificio desde el cual surgía la energía de su protegida, algo no estaba bien en el chakra de la joven, volvía a fluir de manera irregular, como si Sora se encontrada bajo un jutsu.

—Mierda —murmuró el jonin con espanto al intuir que era lo que estaba sucediendo—... ¡Buru! —gritó iniciando la carrera, el can se posicionó a su lado— ¡Sígueme! —ordenó dirigiéndose con rapidez hacia el edificio de los Archivos Secretos de Konoha.

Kakashi corría por las calles de la Villa con el corazón encogido y un miedo atroz dominando sus sentidos. ¿Qué hacía Sora en los Archivos Secretos? ¿Qué estaría buscando allí? Kakashi sabía que la viajera no estaba con la Hokage y NADIE, entraba jamás en los Archivos sin la Quinta o el permiso escrito de la misma y siempre acompañado de un equipo de ANBU. Él había entrado una vez a escondidas, buscando información sobre ese maldito símbolo o alguna pista sobre su secreto, pero Kakashi era un maestro en el arte del sigilo y el camuflaje. Gracias a su Sharingan sabía cómo evitar el jodido jutsu de Tsunade, pero Sora no. Se llevó la mano a la frente en gesto de aprensión sin dejar de correr con los dientes apretados y el alma encogida. Nadie excepto la Hokage sabía a ciencia cierta en que consistía ese jutsu, pero el peliplata había podido averiguar que no era un jutsu normal y corriente. Tsunade en una de sus acostumbradas borracheras le había confesado al shinobi que era un jutsu en honor al desaparecido Jiraya. Degenerado, pervertido y brillante, como su legendario compañero de equipo. Después de dar un gran trago a la botella de Sake, la Quinta le había guiñado un ojo y había comentado con una maliciosa sonrisa que Kakashi ya conocía el jutsu pues éste aparecía en una de las novelas de Jiraya.

Kakashi mi protectorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora