Capitulo 39 - Misión dolorosa

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Sora caminaba con paso alegre al lado de Kakashi, éste la miró de soslayo a la vez que sonreía imitando a su protegida. En verdad, la sonrisa de Sora era contagiosa.

—Te veo más contenta de lo habitual... —dejó caer el shinobi sin dejar de caminar a su lado, ella lo miró asintiendo sin dejar de sonreír.

—Me hace mucha ilusión que la Hokage haya decidido por fin enviarme a una misión  —respondió la joven mientras posicionaba sus manos a la altura de los hombros y cogía las tiras de su mochila de viaje—. Parece que por fin, puedo serle útil a la Villa —dijo con una de sus fantásticas sonrisas—. Me hace tremendamente feliz saber que ya no soy esa mujer débil que apareció en Konoha hace poco más de un mes y medio  —finalizó con felicidad sin dejar de caminar.

Kakashi contempló a su protegida con fascinación, habían pasado tres semanas desde que le regaló la Katana de Masamune y los avances de Sora en todas las áreas eran asombrosos. Sus habilidades en Genjutsu, en Taijutsu y en Ninjutsu ya estaban al nivel de un jonin de élite. Y todos esos avances los había logrado en menos de un mes. Sin el sello de contención el potencial de Sora se había desarrollado a un nivel casi ilimitado. Quién quiera que se lo puso, lo hizo sabiendo las asombrosas habilidades que Sora tenía latentes. Aún le preocupaba el porqué de utilizar un sello de placer, ya que eso implicaba un interés sexual por ella. Los intentos en descubrir alguno de los misterios que envolvían a la viajera continuaban sin sufrir avances, al igual que la situación de Kakashi.

El ninja que copia suspiró.

 En esas tres semanas sus tentativas de descubrir algo sobre ese maldito símbolo habían sido igual de frustrantes que las anteriores veces. Nadie había visto jamás ese signo, tampoco encontró ninguna pista en los diferentes lugares de saber que había visitado: Bibliotecas, archivos, museos.. Nada. 

Su último viaje fue de casi tres días, le pidió a la Hokage que le dejara acumular sus días libres para así realizar el largo viaje a una de las Villas vecinas, pero éste había sido igual de infructuoso. Le desagradaba tener que dejar a Sora sola durante tantos días, pero Gai había vuelto a hacerse cargo de su seguridad en la ausencia del peliplata, frenando cualquier avance de Darui.

Por suerte para Kakashi, Sora parecía no mostrarse impaciente por los pocos avances en su relación. La viajera no había hecho ningún comentario sobre el tema ni había cambiado su actitud con él. La joven actuaba con normalidad y siempre que les era posible pasaban horas juntos, hablando de miles de cosas y compartiendo momentos que se habían grabado a fuego en la mente de Kakashi. Era extraordinario estar con Sora de esa manera. Pero él quería más, necesitaba más y la frustración de saber que por el momento eso era imposible lo tenía nervioso y preocupado. Quería ser el hombre que ella merecía a su lado y por el momento, continuaba igual que la noche en que la conoció en ese oscuro callejón. Jodido, desecho y frustrado. Y ahora debía sumarle que estaba enamorado hasta los huesos.

Volvió a suspirar y miró a Sora con disimulo, ella caminaba a paso rápido, perdida en sus pensamientos. Su espléndida Katana sobresalía de la funda colgada a su espalda. Ver a Sora blandir su arma era todo un espectáculo.

El primer día de entrenamiento con Darui, Sora demostró una habilidad sorprendente con el uso de la Katana, sin tan siquiera activar el sharingan mostró una facilidad asombrosa para asimilar los movimientos de combate y en pocos días ya era capaz de plantarle cara al shinobi del Rayo en un enfrentamiento directo. Darui era todo un maestro en el arte del Kenjutsu y el echo de que la viajera hubiera sido capaz de ese logro pareció ser el detonante para que el portador de la Zambato se dejara de tontas insinuaciones y le propusiera a Sora tener una cita real. 

Por suerte para Kakashi, Sora se había negado, pero Darui no se rendía y cada pocos días volvía a invitar a la joven a pasear, tomar un helado o ir a cenar. Debido a que Kakashi y Sora habían decidido decirles a los demás que sólo les unía una amistad sincera, el peliplata debía quedarse mirando como un imbécil los avances de Darui; las descaradas miradas que le dedicaba al trasero de la mujer que amaba cuando ella se giraba, los exagerados acercamientos cuando le enseñaba algún movimiento para el combate... Kakashi temía romperse algún diente debido a la fuerza con la que apretaba su mandíbula ante los gestos del ninja de Kumo. 

Kakashi mi protectorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora