Sin importar que el auto siguiera en movimiento, Faina abrió la puerta pese a las advertencias de su maestra. La joven hizo caso omiso. Su preocupación no daba lugar para oírla.
Un compañero de su abuela la guío por el jardín, entró por una puerta trasera que estaba bastante escondida y entonces miró a su abuela, Dolores, aguantándose el dolor, sentada en una silla.
Las lágrimas amenazaron con escabullirse y cubrir sus mejillas y sabiendo que no era momento para llorar, Faina les obstruyó el paso.
Una mujer intentó explicar lo sucedido pero Faina no requería de explicaciones en ese momento, en su mente solo se repetía que debía llevar con un médico a su abuela; pese a que ella le aseguró que está bien, que no dolía mucho. Rogaba a su nieta ir a casa, sus jefes la dejaron ir a descansar.
El brazo de Dolores parecía de gelatina, no podía levantarlo por voluntad propia. Faina intuyó que se había fracturado el codo y era notorio como Dolores reprimía su dolor.
En el camino a casa, Faina restregaba sus manos por la cara, frustrada, pensando de dónde sacaría dinero para una consulta médica.
—Mi hermano es médico, no te preocupes por tu abuela, ya nos estará esperando en tu casa cuando lleguemos —soltó su maestra como si le hubiera leído el pensamiento.
—No tengo para pagar ahora mismo —intentó rechazar el gesto con mucha pena.
—No te estoy cobrando.
Sus lágrimas se liberaron y lloró en silencio, entre pausas le agradeció.
Por el espejo retrovisor observó a su abuela, sus ojos húmedos evidenciaron lo que ella ocultaba. Había que ser tan valiente para actuar como ella, pensó su nieta.
Como mencionó la maestra, un elegante auto estaba estacionado frente a su casa. De él descendió un hombre que apenas saludo, ayudó a la abuela a bajar mientras Faina se encargaba de abrir la puerta.
Lo primero que notó es el desorden de la cocina, no le dio tiempo para avergonzarse de ello. Su hermano se encontraba recostado en un viejo sillón viendo caricaturas en una televisión, también antigua, el audio y la calidad de la imagen estaban en las últimas.
El chiquillo cargaba consigo una bolsa de cereal ya casi vacía. Fainá se tragó el reclamo para el menor por haberse acabado la cena y dirigió al médico hacía la habitación que compartían los tres habitantes de la casa.
Para su alivio, se equivocó en su inferencia. Su abuela se lesionó, sí y era grave, pero al menos no iba a necesitar cirugía.
Era feo tener que agradecer que la tragedia fuera mínima.
Recogió el desastre de la habitación, limpio para que hubiera buen olor y su abuela descansará cómodamente.
Ya era noche cuando solo le faltaba lavar su uniforme escolar y notó que rastros de hoja de papel se desparramaban por la camisa. Saca del bolsillo de su camisa una nota; entonces recordó.
La extendió con cuidado de no estropearla pero por desgracia era muy tarde, no comprendía lo que decía.
Cerró la puerta del patio una vez entró a casa y llamó a su hermano este la ignoró, aún resentido por haberlo regañado cuando la maestra y el doctor se fueron.
Faina se colocó de cuclillas a su lado, acarició su cabello con la yema de sus dedos y le dijo que lo quería, pero no usando esas palabras textuales.
—Ray, hermanito. Sé que el gusanito dentro te exige comer, pero, ya hemos hablado que cuando te quedes solo en casa no puedes dejar que se devore todo el alimento en unas horas, ¿Qué haremos cuando pasado mañana encontremos vacío el refrigerador?
El menor la miró de reojo, en sus manos sostenía un soldado al que le faltaba un brazo.
—Yo me preocupo por el gusanito que está en tu estómago, te va a molestar mucho cuando no haya que comer en los próximos días. ¿Puedes esforzarte en esperar a que la abuela y yo hagamos algo de comer? —corrió el copete de la frente de su hermano, su cabello estaba bastante largo.
Rayco emitió un sonido de inconformidad.
Faina evitó hacer un mal gesto por la frustración de necesitar limitarlo.
—¿Por favor? Le daremos de comer pronto, lo juro.
Ray asintió y un segundo más tarde recibió un abrazo de su hermana.
ESTÁS LEYENDO
Días nublados
Short StoryHay momentos en la vida que nunca entenderemos por qué nos ocurren, como: ¿por qué perdí mi suéter favorito? ¿por qué se cayó mi comida al suelo? ¿por qué el semáforo tardó tanto en cambiar? ¿por qué el chofer del autobús no me esperó si estaba apre...