Guardó el cheque en su bolsa, no quería ni enterarse de cuanto era. Solo esperaba que viniera incluida la paga de los días que su abuela fue a trabajar y una liquidación digna por todos los años laborando en esa casa.
El día acabó pronto, qué fue lo que deseaba, pero no cuando recién llegaba ni con ese final.
Por lo que cuando colocó un pie fuera, pensó en cómo se tomaría su abuela la noticia.
Por la banqueta, un hombre de apariencia bandida pasó a su lado. Su vestimenta no concordaba con la sección en particular de la ciudad en la que se encuentra; al igual que ella, pensó.
Cuando pasó por su lado, casi rozando hombro con hombro, disimuló que no se encontraba en alerta. La calle estaba solitaria excepto por un auto que venía lejos. Se mentalizó para huir en caso de necesitarlo, no podía perder el dinero que recién le habían dado.
Y corre, pero no por el hombre que le dio los «buenos días» y ella apenas pudo responder, sino por el autobús que visualizó en la siguiente cuadra. Si no corría iba a tener que esperar otro y lo que menos le gustaba era esperar, por lo que era muy probable que regresara a casa caminando como hizo para llegar allí y volviera a correr por el perrito de antes.
En el transcurso, la liga que amarraba su cabello se rompió, sabía que eso pasaría pero no tan pronto. El pelo liberado rebotó en el aire acompañado de cada trote.
El chofer, de buena fe, la esperó y ella sacó apresurada las monedas que le quedaron del día anterior, unas cayeron y el chofer la ayudó a levantarlas, le sugirió que respirara y tomara asiento.
Ocupó un asiento al lado de la ventana y se sintió observada. La sensación le fue muy familiar. Miro a los lados, buscando al responsable pero cada uno estaba en su mundo.
El autobús avanzó y la sensación desapareció.
Dentro de un auto, un chico giró sobre su asiento para no perder de vista a la joven que corría para alcanzar al transporte público. De repente la perdió durante un momento pero cuando ocupó un lugar en los asientos estuvo a su vista de nuevo.
—Ese cabello debe llevar mucho sin sentir lo que es estar peinado, que horrible es tener un cabello tan crespo —había dicho su madre cuando la chica corría por la banqueta, de frente al auto y les pasó por un lado.
El hijo, que ocupaba un asiento trasero, apretó los puños y mordió fuerte, reprimiéndose para no soltar un comentario que lo hundiría más en el castigo que ya se encontraba. Se giró para poder seguir viendo a la chica que dejaron atrás.
—Siéntate bien, Deo, no me dejas ver por el retrovisor —le reprendió su padre.
Deo obedeció.
Spoiler del siguiente capítulo:
El encuentro, por fin. 😘
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Días nublados
Short StoryHay momentos en la vida que nunca entenderemos por qué nos ocurren, como: ¿por qué perdí mi suéter favorito? ¿por qué se cayó mi comida al suelo? ¿por qué el semáforo tardó tanto en cambiar? ¿por qué el chofer del autobús no me esperó si estaba apre...