2.03

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—¿Me estás corriendo?

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—¿Me estás corriendo?.

—¿Eres la hija del dueño? —le pregunté de pronto, cayendo en cuenta que quiza estaba tratando con alguien importante.

—¡No!

Dejé caer los brazos a los costados, muy decepcionado.

—Quería un poco de acción en estas vacaciones, no sé, que me sacaran a patadas del lugar —me observa con una expresión de "¿está hablando en serio?"—, estoy aquí para celebrar la soltería que casi se agota de mi amigo y no hemos hecho más que ser sanos y responsables, necesito algo de drama —la última palabra la pronunció con los dientes apretados para hacer más dramático el momento.

—No hay drama, necesito que salgas de aquí —me corta mi momento inspirador e insiste en que me vaya.

—Sí no te molesta, estoy buscando quien me atienda... como te dije hace unos segundos, estoy buscando un poco de drama y solo lo conseguiré ingiriendo alcohol... Es mi única opción ahora mismo.

—Ya, ya, llevate una botella y pagas más tarde, pero vete.

Su tono no me agrado. Plante firme los pies en el suelo y crucé los brazos.

—¿Por qué tu insistencia? ¿Qué piensas hacer? ¿Acaso tú eres la culpable de que no haya ningún empleado?

Suspiró cansada de mi rechazo a irme.

—Es justo lo que trato de averiguar —enarqué una ceja y alcé la barbilla con una sonrisita de lado—, ¿de que te ríes? —preguntó confusa.

—¿Vamos a resolver un misterio acaso?

Negó la cabeza rápido.

—Tú y yo ya nos vamos, afuera. Camina.

¿Quién la entiende?

Mientras me empujaba por la espalda, estiré el brazo hacia atrás al pasar por un lado de una de mis botellas de vino de mis favoritas, la saque justo a tiempo sin romperla ni estrellarla en el suelo.

—Oye, Sherlock Homes, ¿Cómo te llamas? —le pregunté una vez cerramos la puerta de la barra estando del otro lado.

Giró su cabeza en mi dirección con tanta fuerza que su espeso y rizado cabello voló y aterrizó en uno de sus hombros, me miró de arriba a abajo antes de irse y desaparecer, por primera vez.

La última vez que desapareció fue por la mañana, muy pronto, con los primeros rayos del sol del amanecer. Y ya no la volví a ver.

Alcé mi cuello cuello para observar sobre la multitud y no perderla de vista.

—Oye, oye... —me encontré gritando sin entender cuál fue el impulso que me motivó a hacerlo.

¿Era bonita? Era llamativa, pero no encontré ningún patrón de mis estándares reflejados en ella.

¿Su voz me hipnotizó? Debía ser eso, su voz era armoniosa, pero apenas dijo algo. 

 

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Días nubladosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora