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Faina respiraba agitada; tanto por haber corrido como por el susto que recibió cuando Deo tiró de su mano

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Faina respiraba agitada; tanto por haber corrido como por el susto que recibió cuando Deo tiró de su mano. Aún no se relajaba cuando Deo se detuvo.

—Lo note antes, pero no estaba seguro... —sus dedos trazaban con delicadeza el tatuaje de Faina—. ¿Es real?

Ella asintió sin perder detalle de la expresión de su acompañante. Decir que su ritmo cardiaco se normalizaba sería una mentira y a Faina no le gusta mentir.

Sus labios se entreabrieron unos milímetros, exhalo el aire contenido con lentitud.

El toque la estremecía y la sensación le agradaba.

—¿Por qué dos pájaros?

—Rayco —señaló la sombra del ave que era apenas un poco diminuta que la otra—. Mi abuela —tocó la faltante.

—Nunca has hablado de tus padres —dijo con cautela, ese había sido su primer pensamiento luego de la explicación.

—Sí hablas de los que me concibieron, no tienen ese papel en mi vida. Mi abuela les hace honor a tres títulos.

Esperó que Deo la mirara con lástima, con la cara que todos ponían. Sintió que lo había subestimado cuando lo miró sonreír.

—Tu abuela es una mujer muy poderosa.

—Lo es —dijo orgullosa.

Deo separó sus manos e invitó a Faina a caminar al indicarle el camino.

—Se supone que mamá vive en casa, pero la visita como si fuera un hotel —hablaba en un tono bajo, lo suficiente para que llegara a oídos de Deo—. Me pario cuando era una adolescente, justo a mi edad ahora. Que horror me da al pensar en la idea de tener un bebé ahora mismo —expresó desagrado en sus palabras—, me hace querer volverme loca.

Deo se ríe.

—Imagínate cargar meses a un niño en brazos, que además llora todo el día.

Faina intenta reírse pero no le termina haciendo mucha gracia.

—Vamos a culpar a Isabela de su inmadurez y al hombre que hizo su parte, porqué el reclamo se lo llevan los dos, de dejar a una niña a su suerte que necesitaba el calor de ambos.

—¿Dónde está tu padre? —preguntó volviendo al momento serio .

—No lo conozco, ni siquiera mamá sabe quien es. Algunas veces me dice «tienes los ojos de Fulanito», «ese mismo gesto hacía Zutano» y «antes de saber que estaba embarazada de tí, aborrecí a Mangano, tienes su misma cara» —se rio sin mucha gracia—. Soy una combinación de varios y de nadie a la misma vez, no conozco a ninguno de los que ha mencionado.

—¿Nunca has querido buscar a tu padre?

Negó moviendo la cabeza a los lados lentamente. Su mirada estaba perdida.

Días nubladosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora