Nuestros momentos no se limitaban a la intimidad y las luces apagadas, éramos atrevidos incluso delante de los demás, no ocultábamos nada.
—Me he dado cuenta de como tú y mi amiga se manosean —no esperó a que la puerta de la oficina se cerrará para poder expresarse con plena libertad.
—No es como que lo hiciéramos solo debajo de la mesa —obvie.
—¿Pero cuál es el propósito? ¿La invitaste a salir y después todo se salió de control?
Cerré la carpeta, Nadir no me dejaría tranquilo hasta tener las respuestas que le carcomían la cabeza.
—¿Cita? No, no... hemos ido directo al asunto —quise ser muy claro .
—Okey, no quiero detalles del asunto —detuvo mi explicación, que no iba a continuar, y se rascó la barbilla pensativo.
Dio un par de vueltas por la habitación. Seguirlo con la mirada me mareo.
—¿A qué viene el interés? —indagué sin poder suponerlo yo mismo.
—A que a ambos los he visto ligarse con otros y unas horas más tarde los veo juntos. ¿Eso quiere decir que no hay exclusividad?
—No. Tranquilo, no le voy a destruir el corazón.
Mi comentario atrajó su atención y por su seriedad, él se apropio de la mía.
Sus oscuros ojos me miraban ligeramente entrecerrados. Desprendía un semblante misterioso como si pensará en muchas cosas, algo muy poco anormal de su personalidad.
—No me preocupa ella... ¡mierda! Mi vuelo sale pronto, me voy —dijo revisando su reloj inteligente y se encaminó a la salida.
—¿Cómo que no te preocupa ella? —no había sido claro y preciso su comentario.
—No olvides la cena con los Baghdadi, es un señor exigente. Y lleva una acompañante, él considera que una persona comprometida es alguien que mantiene una relación sólida y eterna.
—Entonces que vayan Evan y Dax en nuestro lugar —sería lo obvio.
—Obviamente ira, pero quiere la mitad del equipo al menos. ¡Dax no podrá llegar hoy! —no me deja replicar.
Dejé caer la cabeza, irritado. En mi agenda no estaba registrada una reunión de trabajo para esta noche. Era noche de descanso. No debía arrebatarla así de sencillo, pero fue capaz.
—¿A quién vas a llevar?
—¡¿Sigues sin irte?! —coloqué las manos en las cinturas y encorvé la espalda, cansado.
La pose me hace chiste al recordar a mi madre cuando me esperaba en la puerta de la habitación con mala cara apresurándome para hacerle un mandado. Solo por molestarla, me tardaba unos minutos extras.
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Días nublados
Short StoryHay momentos en la vida que nunca entenderemos por qué nos ocurren, como: ¿por qué perdí mi suéter favorito? ¿por qué se cayó mi comida al suelo? ¿por qué el semáforo tardó tanto en cambiar? ¿por qué el chofer del autobús no me esperó si estaba apre...