♡ 4.45

5 1 0
                                    

La habitación se encontraba en un lúgubre silencio, los pasos de Deo andando eran cuidadosos al igual que iba acomodando sus pertenencias en el interior de la maleta

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La habitación se encontraba en un lúgubre silencio, los pasos de Deo andando eran cuidadosos al igual que iba acomodando sus pertenencias en el interior de la maleta. Hasta que su celular timbró.

Deo, se llevaron a Rayco —dijeron al otro lado de la línea y luego un llanto le siguió.

La madre de Deo, que había escuchado la llamada entrante desde su habitación, se puso de inmediato de pie y se dirigió al cierto de su hijo, lo encontró con el rostro pálido y una expresión de susto.

—¿Qué pasó? ¿En dónde estás, Faina?

Nayla se dirigió a Deo con toda la intención de cortar la comunicación.

—Deo, cuelga y termina tus male...

Deo siseo y levantó su mano como señal de que quería que guardase silencio. Nayla, sorprendida de la actitud de su hijo, se acercó molesta a arrebatarle el dispositivo. Deo se alejó y giró, de modo que el celular no quedará al alcance de su madre.

—Por favor, mamá, un momento —habló intentando no perder el hilo de la ubicación que Faina le daba—. Voy para allá.

La adulta usó sus brazos para impedir su salida.

—No vas a...

—Faina no volverá a vivir con Rayco sino es su tutora legal, se lo han llevado a un centro para menores —intentó explicar—. Por favor, llama a la abogada, necesitamos ayudarla.

Su madre tragó saliva sorprendida, colocó su mano en su garganta y bajó la mirada al suelo pensativa.

—No, no podemos, tu vuelo sale pronto.

—Mamá, no me importa.
Su madre alzó la cabeza, volviendo a enfurecerse.

—¡No me hables así! —cerró el puño, centrando su tensión ahí—. No está en discusión, te vas pronto.

Deo observó a su madre con decepción y sin poder asimilar su postura. Pasó por su lado y bajó las escaleras casi corriendo.

—¡Deo! —imploró por su regreso, pero él no volvió.

La puerta de la entrada quedó abierta tras su salida. Corrió por el jardín y llegó hasta Eder.

—Saca la camioneta, necesito ir rápido con Faina, se llevaron a su hermano a un centró para menores —dijo agitado siguiéndolo hacía el vehículo.

El chofer encendió el auto, listo para ya irse.

Nayla, que había perseguido a su hijo, se percató de la persuasión a Eder, así que volvió a la casa. Cuando avanzaron en el auto, la reja se aseguró dejándolos sin escapatoria. La madre de Deo salió de nueva cuenta, apresurada y los siguió.

—¡No te puedes ir, Deo!

El adolescente bajó de la camioneta y notó que al fondo la puerta de servicio estaba entreabierta y no dudo en salir.

No se detuvo hasta llegar a un comercio en el siempre había uno o dos taxis. Con la misma energía con la que abordó, bajó a buscar a Faina. La encontró sentada en una piedra, temblando hecha un ovillo , a su lado estaba Cecilia, sobando su espalda.

—¡No nos dicen nada! ¡Ni siquiera nos quieren atender, tampoco abren la puerta! —sollozó.



Eder, sin comprender lo que estaba sucediendo, descendió del auto.

—¡Eder! ¡Eder! —Nayla se encaminó con rapidez al patio al ver a su hijo salir a la vereda—. ¡¿En qué estabas pensando?! ¡No te dí la orden de salir!

El hombre agachó la cabeza.

—Creí que se trataba de una emergencia.

—Esa no es nuestra emergencia, ¿conoces la dirección de Faina, no? —no esperó a que respondiera—. Vamos a ir por Deo y me vas ayudar a hacerlo subir al auto, no importa de donde tengas que sacarlo —meneó su dedo índice en el aire, dando las indicaciones—. Vuelvo en cinco minutos, mantén lista la camioneta.

Eder frunció el ceño y esperó al lado de la camioneta. Al pasar los minutos, la reja se abrió y salió Nayla de casa.

—¿Qué haces ahí? ¡Vámonos! —abrió la puerta trasera y se subió.

Eder suspiró profundo, sabía cuál sería su desenlace en unos segundos. Abrió la otra puerta trasera.

—Lo siento, no puedo, si la señorita Faina necesita de Deo en este momento, yo no me voy a entrometer.

—¿Qué estás diciendo? ¡Te estoy dando una orden y tienes que acatarla, ahora! —zanjó desesperada.

—No puedo —mantuvo siempre la tranquilidad.

—Si no conduces en este instante, estás despedido —amenazó, aferrándose a la única posibilidad que lo haría subir al auto.

Eder colocó las llaves en el asiento vacío y se despidió.

Sin poder creerlo, Nayla volvió apretar un puño y hurgó en su bolso, extrajo su celular y llamó a su hermana.

—Necesito la dirección de tu ex empleada que murió y un chofer, ahora mismo.



La taza en las manos de Faina tambaleada, Deo colocó una de las suyas encima, lo que la relajó un poco.

—¿Qué será de él ahí? ¿Va a comer bien? ¿Lo van a castigar sin justificación? —sus mejillas estaban húmedas.

—Nada de eso sucederá, voy a buscar a un abogado.

Cecilia miraba con pesar al par de adolescentes que ocupan sitio en su sillón. Cerró los ojos y le rogó en sus pensamientos a Dolores que los ayudara. El ruido violento de un auto en el exterior atrajó su atención, se asomó con cuidado por una esquina de las ventanas. Observó que bajaron varios adultos y se adentraron en el terreno de Faina. Recordó que ese mismo vehículo estuvo presente en el velorio de Dolores, solo unas personas con dinero pudieron descender de el.

—Deo, ¿tu familia sabe que estás aquí? —preguntó Cecilia.

El aludido se levantó de tirón.

—No. ¿Por qué lo dice? —Cecilia le hizo una seña y lo dejó ver—. Si tocan aquí, ¿puedo esconderme en su baño? No me quiero ir.

Cecilia lo miró pensativa, entonces Deo les pidió que esperaran a que se fueran para explicarles, de lo contrario sabría que Faina no lo dejaría quedarse y no mentía.

Pasaron la noche juntos, durmieron en el suelo, ya que afuera de la casa de Faina un guardia esperaba que Deo se apareciera. 

Quedan 5 capítulos para el final

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Quedan 5 capítulos para el final. 

Días nubladosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora