1.14

11 4 0
                                    

Estaba firme de mi decisión, la falta de contacto me lo restregaba en la cara hasta que ya no lo hubo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Estaba firme de mi decisión, la falta de contacto me lo restregaba en la cara hasta que ya no lo hubo.

Se presentó, de nueva cuenta, delante de mi puerta. Su rostro estaba libre de maquillaje, era como un ángel, y resultaba difícil de comprender que a su vez estuviera muy bien vestida con un conjunto rosa fiusha. Una cosa no encajaba con la otra, no cuando de ella se trataba.

—Le pedí al portero que no te dejará pasar.

—No se puede negar a una cara bonita —alcé una ceja y bufé, soné sarcástico, pero definitivamente no lo era—. Y tú tampoco.

Y yo tampoco.

Y el patrón se repitió una y otra vez; mi cama se envolvía de su dulce aroma a fresas, ella desaparecía, yo la extrañaba y volvía solo entonces si ella lo decidía y cuando necesitaba distracción.

Yo no preguntaba, no me negaba y menos la detenía. Estaba a su disposición y ella lo usaba al máximo.

Yo no era un problema para ella, sino un sinónimo de escape. Y con tal de no perderla, acepté lo que me ofrecía.

Era eso o nada.

Era extrañarla o tenerla, de algún modo, por algunas noches era mía. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Días nubladosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora