Cuando Deo volvió a casa, luego aquella tarde que compartió junto a Faina en el mar, un debate se enfrentó en sus pensamientos.
Tenía presente que no era conveniente ni agradable salir con ella bajo mentiras, tarde o temprano un lado se daría cuenta. Y temía que fuera Faina la primera, porque era probable que ella se alejará, se decepcionara y no volviera a verla nunca más.
Se obligó a tomar la decisión de hablarle a sus padres sobre ella: podría ser en el patio, cuando merendaban, en la cena, en camino al colegio, mientras veían una película, durante una partida de un juego de mesa o... no, no, borró esos últimos de la lista. Nunca compartían ese tipo de momentos en familia.
Ninguna ocasión parecía la adecuada, ni hacía especial el momento.
¿Aceptarían a Faina como su amiga? Rogaba al cielo que sí y que ese fuera el primer paso.
Transcurrieron unas semanas. Un lapso de disgusto; eso era para ellos al no saber del otro.
Faina hizo el intento de encontrarlo, en varias ocasiones visitó el recinto donde el equipo de Deo ganó el partido. En ningún momento coincidieron.
Deo conocía su dirección. No consideraba prudente presentarse sin aviso con anticipación de por medio, esa era su excusa mientras luchaba con su plan. Primero prefería esperar el momento indicado y resolver el asunto antes de volver a verla.
—Mamá —dejó caer el lápiz en el partido del libro y alzó la vista.
—Dime, cariño —dijo Nayla detrás de la pantalla de la computadora.
Deo pasó las manos por el cabello. La sensación de incertidumbre comenzaba a expandirse por su cuerpo.
—¿Puedo invitar a una amiga a casa? —soltó antes de que se le ocurriera inventar algo.
—Claro, hijo. ¿Es Hanna? Ella siempre es bienvenida.
—No, no, mamá. Es una amiga que conocí en el concurso de matemáticas.
La madre levantó la cabeza, observó a su hijo con el ceño ligeramente fruncido.
—Ah, ese. Hace tanto de ese concurso —dijo disgustada al recordar que fue el único concurso en el que su hijo prodigio falló—. ¿De qué colegio procede?
Lo desconocía, sin embargo, eso era lo de menos. Faina ya le había compartido su situación respecto a que abandonó los estudios luego de aquel concurso.
—No recuerdo el nombre —debajo de la madera del escritorio, sus deseos estaban cruzados deseando que Nayla no siguiera indagando.
—¿Cuándo la piensas invitar? Recuerda que saldremos en unos días.
Era tan usual que Deo llevará a sus amigos a casa y que sus padres conocieran a todos, que su madre no encontró interés en particular por que su hijo presentara a alguien más.
—Cierto, lo olvide —soltó un suspiro.
—Puedes invitarla al siguiente evento, está muy próximo, comemos con ella antes de irnos al partido.
Deo se mostró genuinamente emocionado con la idea propuesta, sería la primera vez que sus padres estarían presentes, sin embargo, le preocupó no ser capaz de dar suficiente ese día y decepcionarlos.
Su consuelo era que Faina estaría presente para apoyarlo, sí es que el día no se arruinaba antes.
Saliendo de clase, con el permiso de su madre para el desvío de la ruta, su chofer lo llevó a casa de Faina.
Nayla estaba orgullosa del varón que criaba, un adolescente con modales, de permisos formales incluso cuando se trataba de solo una amistad. Esperaba con anhelo el día en que Deo de manera muy confidente, le confesara su enamoramiento por alguien y le pidiera consejos. En su mente siempre imaginaba a una señorita de cabello y tez clara, con una risa encantadora y a la cual pudiera tratar como a una hija.
Cuando Deo tocó a la puerta de Faina, ella se encontraba dormida.
—Volveré entonces otro día, fue un gusto —extendió su mano para despedirse.
Dolores meneo su mano en el aire.
—No, espérate, voy a despertarla. Quédate aquí, no va a tardar —lo dejó solo con la mano extendida.
Las mejillas se le tiñeron de rojo en segundos.
—¡Hola, Deo! —Rayco llegó brincando y sustituyó el lugar de su abuela.
La mano de Deo que iba bajando, la formó en puño y la acercó a Ray para saludarlo. El infante usó excesiva euforia al corresponderle. Deo evitó hacer un gesto adolorido.
—Oye, qué puño tan fuerte —le celebró sacudiendo los dedos.
Dolores entró apresurada a la habitación y meneo los hombros de su nieta. Faina despertó con rastro de baba seca en su mejilla y el cabello despeinado.
—¿Qué está afuera quien? —preguntó solo por las dudas, quizá por lo que soñaba y su abuela llamándola fue que escuchó mencionar erróneamente el nombre de Deo.
—¡Deo! Sal ya, te esté esperando afuera.
Oh, oh.
Se sentó en la cama en un santiamén, Dolores la veía con diversión. Por un momento creyó que le estaba jugando una broma, se acercó a la ventana y abrió con cuidado la cortina. Solo entonces confirma que no era mentira.
Con la piel erizada por los nervios, Deo hacía el esfuerzo de seguirle el ritmo a lo que Rayco le platicaba y su sistema auditivo estaba atento, esperando que se acercaran pasos detrás de la puerta. Más concretamente, que Faina apareciera.
Con solo una pared de por medio, Faina ponía de cabeza su cuarto buscando un peine. Estuvo a punto de salir cuando su abuela pasó el dorso de su mano por su propia mejilla. Su nieta no entendía que trataba de dar a entender, hasta que imitó a su abuela. La sangre se le cantó.
«¡Estuve a nada de salir con la mejilla blanca por la baba!» se impactó.
Corrió al baño, lavó y secó su cara. El agua fría no pudo espantar el sueño, eso ya lo había hecho la visita inesperada de Deo.
Una vez que se encontraba dentro del término decente, salió con una sonrisa extremadamente feliz para saludar a Deo. Al que sentía que desde hacía una eternidad que no lo veía.
Faina, animada por su hermano y con permiso de su abuela, aceptó ir a su casa dentro de dos semanas.
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Días nublados
Short StoryHay momentos en la vida que nunca entenderemos por qué nos ocurren, como: ¿por qué perdí mi suéter favorito? ¿por qué se cayó mi comida al suelo? ¿por qué el semáforo tardó tanto en cambiar? ¿por qué el chofer del autobús no me esperó si estaba apre...