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Faina volvía a casa tomada de la mano por Rayco

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Faina volvía a casa tomada de la mano por Rayco. Escuchaba con atención al menor mientras trataba de no perder de vista una piedra que venía pateando desde cuadras atrás.

—También me tocó leer un párrafo muy largo que... ¿Quiénes son esos señores que están en casa?

Faina levantó la cabeza de golpe, para entonces su cuerpo ya había reconocido la situación y reaccionó al instante con nerviosismo y se detuvo.

Afuera de su casa, entre los adultos que la visitaron unas semanas antes, se encontraba su vecina. Fue la primera en notarlos a la distancia, luego las otras dos personas voltearon a mirar lo que ella veía, ya que repentinamente guardó silencio.

Rayco movió la mano de su hermana para que avanzara, pero ella permaneció pasmada e inmóvil.

Sus sentidos se alertaron, quería correr, desaparecer, estar en otro lugar. Por su hermano fingió estar en calma, su vecina empezó a aproximarse y los señores la siguieron. Su expresión dejaba entrever que nada bueno estaba ocurriendo.

La mujer que ha conocido de toda la vida le hacía señas que Faina no descifraba con exactitud. «Vete» gesticulaba Cecilia.

«¿Acaso estaba entendiendo mal?» se preguntó Faina.

Llegó hasta los hermanos, para entonces, Faina ya había retrocedido unos pasos y junto a ella obligó a su hermano a hacer lo mismo. Le quito la mochila para que pesara menos si necesitaban correr.

—Faina, vayanse, llévate a tu hermano —la mujer se acercó y en sus manos acunó el rostro del menor mientras decía aquello. Buscaba aparentar que le hacía mimos—. ¡Ya, ya!

Faina dejó las preguntas para después. Aferró la mano de su hermano a la suya dispuesta a irse, no tenía un lugar en mente en ese instante, solo se visualizó corriendo, ya volverían después.

—¡Señorita, señorita!

Apresuró el paso sin ver atrás.

Escuchó las fuertes pisadas que provocaban al trotar detrás de ellos. Un carro de policía entró en el fraccionamiento, Faina no se percató de ello hasta que encendieron las sirenas, lo que también los asustó.

La ventaja que había conseguido sobre los señores que planeaban llevarse a Rayco fue acortada por el vehículo policial. No importaba cuantas calles corrieran, los alcanzarían fácil. El conductor atravesó la camioneta, obstruyendo el paso. Faina los rodeó con agilidad, sin embargo, le desesperó que Rayco llorara, porque su mano dolía, estaba cansado y tenía sed.

—No podemos ir a casa Ray, volveremos más tarde —dijo bajito.

No cruzaron otra calle cuando un policía que corría, la alcanzó.

Faina intentó zafarse. Ray soltó un golpe al policía y le exigió que la soltara.

—Tienen que venir con nosotros.

Llegaron los señores de antes y Faina solo pudo observar el logo en sus camisetas y tembló, eran empleados de la organización que refugiaba a los niños desamparados, a los que sus tutores golpean, a los que no tienen a donde ir, a los que no tienen padres.

—Van acompañarnos a una casa hogar, hemos investigado y encontramos que nos mintió con el nombre de su madre, además que ella se encuentra en la cárcel —habló la señora enojada—. Siendo menores de edad, no pueden estar solos.

—¡Pero ya soy mayor de edad! —escondió a su hermanó a sus espaldas, sin soltarle la mano.

—En ese caso, tendremos que llevarnos solo al menor.

Intentó acercarse, pero la hermana mayor retrocedió con la intención de volver a correr, a sus espaldas, los policías esperaban que lo intentara.

—¡No, no!

—Yo me haré cargo, yo seré la tutora de ambos —llegó su vecina corriendo.

—Comprenderá que el proceso es largo —dijo el hombre— que requiere de contar con ciertos ingresos, revisar la infraestructura de su vivienda y de más... no parece ser apta. Y el niño debe acompañarnos hasta que al menos, se lo acepten.

—No dejaré a mi hermana sola —chilló Rayco.

Entrelazaron sus manos con la finalidad de no soltarse nunca.

—No nos van a separar —dijo firme, pero fue imposible evitarlo. 

6 capítulos para el final

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6 capítulos para el final. 

Días nubladosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora