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En la radio, el locutor anunciaba la hora y el clima

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En la radio, el locutor anunciaba la hora y el clima. Exactamente era medio día y el sol ofrecía su temperatura más alta, soportable apenas para la humanidad. De no ser por el aire acondicionado, los tres pasajeros del vehículo habrían sudado a cántaros.

El portón se abrió y Mauricio, el padre de Deo, dio movimiento al auto a baja velocidad.

En el asiento trasero, el chico observaba a través de la ventana el jardín del hogar de sus familiares. Era una fascinación apreciar la variedad de colores verdes en las diferentes plantas y como jugaba en contraste el pigmento intenso de las flores rosas, rojas, amarillas, naranjas y azules, daba la sensación de estar dentro de la película de Alicia en el país de las maravillas, solo que sin el tono sombrío en el ambiente.

Un recuerdo llegó a Deo. Justo ese momento era idéntico aquel día, el día que la conoció.

Por el camino que guiaba al patio, que estaba casi oculto por el jardín, la miró, una chica que debía detener su edad. Su pelo voluminoso captó su atención inmediatamente, era un cabello ondulado y esponjoso, era deslumbrante al igual que su piel morena.

Y más extraordinaria era su actitud al jugar con la mascota de sus tíos, era un perro peludo y enorme de color blanco al que todos le temían por ser encimoso y muy juguetón, pero con ella parecía encontrar paz. Pese a la distancia, Deo entendió que el canino le tenía cariño aquella chica.

Giró su cabeza para seguir observando a la desconocida pero la escena se desvaneció al igual que aquel día en el que el jardín, la casa y el auto le obstruyeron la visión.

El perro dejó que le hiciera mimos y cerró los ojos.

Le había costado demasiado hacer que no le brincara encima.

Por un incidente cuando era pequeña, le daba terror que un canino se le aproximara mucho y resultaba irónico que un animal tan grande e inquieto se amoldara a su forma de expresar cariño. Lo menos que podía hacer era ofrecerle ese mismo cariño.

—Ah, mira. No siempre es energético —la voz de aquella persona atrajo la atención de Max. Las orejas de este se dispararon en dirección al cielo y al reparar en la visita de su peluquera, corrió a ella—. Ah, ya entendí. Solo eres tranquilo cuando estas con ella —lo recibió con los brazos abiertos.

Faina se rio.

—Fue todo un largo proceso de entrenamiento.

—Tendrás que compartirlo.

La chica asintió.

—Corazón, listo. Vámonos.

Rumbo a la salida, Faina jugó con la mascota hasta que ésta subió a su transporte y se despidió de él y de la peluquera.

—¿Qué quieres comer?

La menor simuló que lo debatía en su mente.

—Creo que se me antoja... sopa de letras —esquivo una rama de un árbol atravesada en la banqueta.

—Sopa de letras tendrás —dijo su abuela abriendo la sombrilla.

El chofer estacionó el auto y Deo bajo tan pronto el seguro se desactivo, su intención era dirigirse a aquella área trasera del hogar, sin embargo, reprendido por su madre retomó su camino con destino al interior de la sala para saludar a sus familiares.

Lo descuidaron unos segundos y él ya se trasladaba en busca de la chica y el perro.

La puerta de la cocina se encontraba abierta, solo había que cruzarla y estaría afuera.

—Buenas tardes, huele delicioso —comentó a su paso.

—Buen día, joven Deo —respondieron las cocineras.

—Nos halaga.

El aroma de la comida desapareció, al igual que la chida y el perro.

—Disculpa, ¿sabe a dónde ha ido Max? —se acercó al jardinero.

Supuso que la mascota lo dirigiría a la chica.

—Se fue, la peluquería vino por él.

Su mirada reparó en la entrada y por la puerta individual, que se encontraba abierta, vio partir el auto del comercio.

—¿Sabe quien era la chica que estaba con él antes?

—Era la nieta de Dolores, una de las de limpieza.

—Gracias —sonrió amablemente para el señor—. ¿Cuál es el nombre de las flores que poda? —indagó interesado.

 ¿Cuál es el nombre de las flores que poda? —indagó interesado

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Días nubladosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora