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Faina releyó la hojita de papel que cargaba entre sus dedos y levantó la mirada al letrero

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Faina releyó la hojita de papel que cargaba entre sus dedos y levantó la mirada al letrero. Sí, se hallaba en el lugar correcto.

Sin soltar la mano de Ray, se acercaron a la entrada. Faina hurgó en su bolso y sacó los boletos que Deo le dio unos días atrás.

No tenía ni idea hacía donde tenía que dirigirse. El lugar era muy grande. Se movió de un lado al otro con pequeños brincos, cediendo el paso a las personas que sí contaban con el conocimiento de la ubicación de sus asientos. El pobre de Rayco se encontraba mareado por ese juego.

—¿Y si le preguntó a alguien? —sugirió el menor. Realmente era una muy buena opción, pensó.

Paseó la mirada entre las personas que pasaban junto a ellos. Si no iban platicando con alguien, estaban centrados en caminar directo a sus asientos y portaban un letrero expresado con su cara de <no molestar>. Un señor, que parecía más amable, se detuvo cercas. Sus palabras quedaron suspendidas en el aire, el adulto se alejó sin haberla escuchado. ¿A quién le preguntaría?

—Hola, Deo los busca. Síganme, está acá abajo —para Faina, esa voz sonó como la de un ángel. Le recordó por su cara redonda y mejillas coloradas.

Bajando los escalones, ubico a Deo. Este los veía y le sonrió a Faina.

—Eh, Ray, que bueno que estas aquí —estiró el puño a modo de saludo.

Faina se indignó ante aquellas palabras. ¿Dónde quedaba ella?

Su enojo fue desterrado por el comentario de Deo.

—Lindo peinado —había dicho acompañado de una sonrisa coqueta.

Agradeció el color moreno de su piel, porque de no serlo, su sonrojo habría sido expuesto.

Tuvo tentación de tocar los broches que adornaban su cabello, en su lugar, lo sustituyó por un simple saludo para Deo. Eso le bajaría los nervios que en un santiamén se alteraron.

Los acerco a sus asientos. Rayco se acomodo pronto. Estaban en primera fila, justo delante de ellos se encontraba el equipo de Deo. Eran divididos por un barandal de apenas metro y medio.

Faina se preguntó cuál era la probabilidad de recibir un pelotazo.

—Un momento —pidió y bajó las escaleras, se acercó a sus pertenencias. Volvió con unas malteadas y un par de bolsas de papitas picosas—. He traído esto para ustedes, para que disfruten mejor del partido.

Los ojos de Rayco se iluminaron.

—Fresa... —dijo antes de probarla, se pudo observar como reprimía una sonrisa al beber.

—Tu sabor preferido —se mostró orgullo de su elección.

—Que buena memoria —más que un halago para él, ella se sintió escuchada.

Aún había tiempo antes de que el partido iniciará, Deo, se recargo en el barandal, Faina se apoyó con sus brazos de su lado. Quedaron hombro con hombro, con un metal no tan grueso de por medio.

—¿Estás nervioso?

—Lo estaba un poco —confesó y en parte, mentía. Desde que visualizó a Faina y Ray entrar al recinto, se puso muy nervioso. Las dudas por el partido estaban, pero eso no le preocupaba mucho.

—Tengo fe en ti, pareces ser un buen entrenador.

Él sonrió.

Luego de cómo unos meses atrás las cosas se pusieron de cabeza y casi se queda sin jugadores, se vio obligado a cambiar la forma de trabajar en equipo. A todos les costó animarse, sin embargo, progresaron mucho.

—Agradezco de corazón la confianza.

Faina estiró un brazo y peinó el cabello de Deo delicadamente con sus dedos. El creyó que lo estaba despeinado solo para molestar. Sin embargo, no se movió ni se quejó. Tal vez por que el gesto le agrado.

—Veo que vienes combinada con los colores de nuestro equipo. Ahora entiendo por qué lo preguntaste. Si no te sentías decepcionada de apoyar mi equipo, traía un jersey para ti, estaba muy convencido que los colores iban a combinarte pero no tan...

—¡¿Estás mal de la cabeza?! —lo interrumpió, sus palabras sonaron más como una afirmación. No podía dejar que siguiera pensándolo—. ¿Cómo que decepcionada? ¡Te echaría porras incluso si se diera el caso que perdieran! —ni ella misma sabía si se encontraba enojada—. En casa practiqué una porra para cuando ganaran...

Deo se colocó delante de ella y al notarle la intención de seguir reclamando por lo que había dicho, aplasto sus mejillas con las palmas de la mano.

—Está bien, igual te iba a regalar el jersey, no tienes que maltratarme así.

Dio un gran respiro cuando se alejó pero regresó rápido con dos camisetas del equipo en mano.

En ella quedaba grande, pues la camisa era con corte de hombre por lo que no se ajustaba en determinadas áreas de su cuerpo. En el caso de Ray, fue similar, nadaba en la camisa.

—¡Tengo pijama nueva!

Deo lo miró incrédulo, sus ojos buscaron los de Faina e intentaba expresar un «¿lo escuchas» pero sin pronunciarlo, se mostró divertidamente indignado.

—¿Por qué el color es rosa? —preguntó Faina.

—Color favorito de mi hermana —explicó omitiendo el «era».

—¿Y dónde está ella? —Faina miro a los lados, buscando el rostro de una niña o una chica que se asemejara al de Deo.

—Ella no se encuentra aquí —esas palabras dejaron a la interpretación cualquier escenario; para la chica que estaba del otro lado de la pared significaba: en algún lugar del mundo pero no presente en este torneo.

—Ella no se encuentra aquí —esas palabras dejaron a la interpretación cualquier escenario; para la chica que estaba del otro lado de la pared significaba: en algún lugar del mundo pero no presente en este torneo

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Días nubladosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora