—Deo se irá pronto, estos días hemos estado muy ocupados planificando absolutamente todo. Tal vez tengamos que viajar antes de lo previsto para arreglar unos detalles acerca de su seguro hospitalario en la ciudad. Respecto a su residencia, ya está todo arreglado. Nosotros vamos a irnos en unos meses después. Mi esposo tiene la agenda llena, solo por que es importante nos iremos después.
—No vayas a llorar al partir y dejarlo solo, sé que eres una mamá oso super protectora —le recrimina su hermana en un tono juguetón.
Nayla solo se ríe sin poder negarlo.
—Es casi seguro que estaré viajando seguido para verlo, ya tengo algunos vuelos agendados.
—Me lo imaginaba —canturreó—. ¿Quieres café? —ante la afirmación de Nayla, agregó:— Voy a pedir que lo preparen.
Se dirigió a la cocina y antes de abrir la puerta, percibió el murmullo de una conversación y cuando ingresó, las trabajadoras se silenciaron. El detalle no pasó desapercibido para la dueña de la casa. Pidió que prepararan las bebidas de cafés y antes de salir preguntó interesada acerca de lo que había escuchado. Regresó a la sala informada.
—¿Recuerdas a la señora que trabajaba aquí y que tuvo un accidente?
La madre de Deo asintió.
—Me acabo de enterar por las señoras de la cocina que se encuentra en el hospital.
Deo bajaba las escaleras.
—¿Su nombre es Dolores, verdad? —preguntó a su tía.
Ella asintió desconcertada por como él lo sabía.
—Mamá, es la abuela de Faina.
Faina había dado ya más de cien vueltas en la sala de espera.
La cual estaba abarrotada de personas preocupadas anhelando buenas noticias de sus familias. Así como ella. Solo era otra cabeza preocupada más bajo aquel techo.
Solo faltaban un par de meses para que cumpliera la mayoría de edad, ya no iban a negarle el paso para acompañar a su abuela desde adentro.
Por última vez, las aguas se calmaron.
Un taxi esperaba lo más cerca posible de la entrada del hospital. Faina abrió la puerta trasera y con ayuda de un enfermero subieron a Dolores al vehículo.
Lo complicado fue al bajar.
—Respira, Faina, estoy mejor. Lo juro.
Las palabras no sirvieron de consuelo.
Con lo testaruda que era su abuela, bajó por su cuenta del auto, pero requirió del apoyo de su nieta, quien la amenazó con no atreverse a rechazarla.
Tan pronto su abuela estaba recostada en la cama, salió en busca de su hermano en casa de la vecina. Rayco se encontraba dormido, así que lo cargó en brazos hasta la casa y lo recostó en su lado de la cama que ambos compartían.
Un viejo reloj le indicaba que quedaba poco tiempo para alistarse e ir al trabajo.
Observó la desordenada habitación, ocupó un profundo suspiro para llenarse de energía.
Acabo de limpiar su hogar en minutos, disponía de veintisiete minutos para llegar a tiempo a su hora de entrada.
Corrió a la ducha, se alistó y corrió al trabajo. De haber podido habría volado.
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Días nublados
Short StoryHay momentos en la vida que nunca entenderemos por qué nos ocurren, como: ¿por qué perdí mi suéter favorito? ¿por qué se cayó mi comida al suelo? ¿por qué el semáforo tardó tanto en cambiar? ¿por qué el chofer del autobús no me esperó si estaba apre...