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Creí que fue la primera en romper el trato, su interés no pasó desapercibido para mí y lo malinterprete

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Creí que fue la primera en romper el trato, su interés no pasó desapercibido para mí y lo malinterprete. Pero la verdad es que siempre fui yo quien se encargó de anular la regla inexistente y también fui el que comenzó a buscar su atención por más tiempo y no solo con las prendas adornando el suelo.

«He cometido el peor error de la semana».

Envíe el mensaje y abrí la cámara, tomé una foto al postre de limón y la envié también. Apagué la pantalla recargando el celular en mi muslo y llamé al mesero.

—Disculpa, puedo pedirte un brownie, por favor.

—Claro, en un momento lo traigo —se inclinó ligeramente hacía el frente y luego se fue.

Acerque el vaso de agua a mis labios para limpiar el mal sabor de limón de mi paladar, en ese instante, vibró mi celular y la pantalla se encendió mostrándome la notificación.

«¿Qué ha pasado con esa carlota de limón?» preguntaba Alena.

«¿Lo ves apetitoso?» pregunté antes de explicarle.

Debajo de su nombre apareció que escribía y me ví obligado a apartar la mirada para recibir el nuevo postre.

—Gracias.

—Para servirle, señor. ¿Desea algo más?

—Por el momento, no.

Se retira e inmediatamente desbloqueé mi celular.

«No, no me gusta lo qué tenga limón» su disgusto me causa gracia.

Era lo primero que sabía de sus preferencias, si quitamos el alcohol, las cremas y los perfumes con aroma a fresa.

«Menos mal, sabe fatal. Creo que se les fue un limón amargo» le respondí y su en línea desapareció, lo que quería decir que abandonó la aplicación de mensajería.

Probé el nuevo postre, confiado de que sabrá bien y por fortuna, lo fue. Comí otro bocado y le saqué una foto.

«Este sabe mejor» le vuelvo a escribir adjuntando la foto.

Levanté la vista y apenas me percaté de lo lleno que se encontraba el restaurante. Justo era la hora de la comida, muchos se encuentran desesperados porque los atiendan y entreguen los platillos pronto. Por eso siempre llego antes, cuando aún hay disponibilidad de escoger un buen lugar.

Eché un vistazo a la pantalla, nada. Solo una notificación de una red social.

Limpié con una servilleta los extremos de mis labios al terminar el postre de chocolate y sacudí las manos. Entre tanta gente, busco al mesero para pedir la cuenta y decido esperar al mirar que va del tingo al tango, atareado.

Apilé los platos y dejé las servilletas en lo más alto.

La pantalla se iluminó, mostrando la contestación de Alena.

«Que manjar. Espero estés contento por dejarme con el antojo» sonreí escuchando su voz en mi cabeza diciéndolo.

Solo en un transcurso de media hora supe dos cosas interesantes sobre ella por medio de un dispositivo, nada comparado a las mil y un noches que hemos compartido sólo nuestros cuerpos y nada más que solo eso.

«Dame tu dirección, tómalo como una disculpa por cargar conmigo el otro día en la discoteca y arrastrarme a casa».

Vuelvo a buscar al mesero que justo en unos segundos que estaba desocupado, le hago una seña.

Entró un nuevo mensaje a mi celular con la ubicación de Alena.

—Necesito dos brownies y una botella de vino para enviar a domicilio, por favor.

	—Necesito dos brownies y una botella de vino para enviar a domicilio, por favor

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Alena no es nada tonta, quien piense lo contrario nos vemos en el ring. 😘

Días nubladosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora