Aparecía cada vez que necesitaba de mí y no me canse, al menos no al principio.
—Alena —llamé en un murmullo.
—Voy a volver en cuatro días —subió el cierre de su vestido y dejó caer su largo cabello sobre su espalda.
—¿Puedo acompañarte al aeropuerto? —me acerque al tiempo que me colocaba una camisa—. Quiero que las cosas sean diferentes, no sólo esto.
Volví a intentarlo, sin esperanza, pero lo hice.
Mi corazón casi podía salirse por mi boca.
Sus ojos combinados de verde y café me miraron sin un ápice de sentimiento real.
—Así estamos bien.
No, no, no es que su mirada fuera ficticia, sino que no había en ella lo que yo tanto deseaba porque cree una adicción por las noches a su lado y su aroma dulce.
Apenas pude darme cuenta de mi error; nada llegaría a ser lo que en su momento imaginé.
Me costó aceptarlo y me adapté.
La separación de mi parte empezaría con el viaje de Alena. No respondí a su único mensaje buscándome tras su regreso, sabía que ella no me iba a rogar, ni quisiera por una última noche.
Lo tenía al instante o no tenía nada, así era ella.
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Días nublados
Short StoryHay momentos en la vida que nunca entenderemos por qué nos ocurren, como: ¿por qué perdí mi suéter favorito? ¿por qué se cayó mi comida al suelo? ¿por qué el semáforo tardó tanto en cambiar? ¿por qué el chofer del autobús no me esperó si estaba apre...