La persona con la cabeza cabizbaja que ingresó en el aula ya no llamaba la atención del grupo ni les preocupaba. Sabían que Faina así era, siempre se desaparecía y tras varios días volvía, a pesar de ser una excelente alumna, su rendimiento no era bueno.
Algunos hablaban sobre su regreso e inventaban teorías de su desaparición, tendían a ser por cuestiones absurdas y con el fin de burlarse. Al menos no buscaban la amistad de Faina, sería hipócrita de su parte.
Estando en clase de literatura, que era uno de los principales motivos por los que acudía a la escuela, la profesora que la preparó y acompañó al concurso ingresó al aula en su búsqueda. Le pidió que la acompañara y no olvidará sus pertenencias.
Antes de seguirla, esperó el permiso de su maestro quien lo concedió sin cuestiones. Se despidió de él profesor, le tenía mucho aprecio desde la primera clase que le tocó presenciar, y dejó en el escritorio el libro que le prestó para la clase.
Salió con los ánimos bajos, por fin tenía una distracción que le causaba placer y se lo arrebataron así de sencillo.
Siempre le interesó leer y tuvo la dicha de gozar de algunos libros gracias a su maestro de literatura, de lo contrario, nunca hubiera conocido los mundos ficticios a los que tuvo oportunidad de conocer e imaginar.
Fueron magníficas tramas que jamás olvidaré.
Su profesor siempre contaba con un buen libro para recomendarle y el cual, también le prestaba, porque ella no podía comprarlos.
Los costos de los libros eran bastante elevados para su nulo presupuesto.
La biblioteca en su instituto era escasa, los libros no llamaban su atención y nunca disponía de tiempo para leerlos en la escuela; porque cabe mencionar que no los prestaban para llevar a casa.
—Vamos a salir de la escuela —le cuenta emocionada la maestra mientras cruzan el pasillo—. ¿Cómo se encuentra tu abuela, Faina? Habría llamado para preguntar pero no hay ningún número de celular en tu expediente y no quise presentarme en casa sin avisar.
Faina iba a indagar a dónde saldrían cuando la mujer continuó hablando. La evidente preocupación de la adulta la atosigo de tanta información, dejándola sin respuesta inmediata.
—Bien, gracias por la ayuda que nos brindaron. El medicamento hace su efecto, la herida se ha desinflamado y no le duele tanto.
Estuvo atenta al camino que tomaba la conductora pero no le era muy familiar. Con cada minuto que transcurría llegaba a la conclusión de estar cercas, pero nomás no paraban. En su mente formuló algunas preguntas para escoger la indicada y obtener información sobre a dónde se dirigían, sin embargo, el pánico la privó. Supuso que si quisiera habérselo dicho, ya lo habría hecho, por lo que se limitó a observar por la ventana y evitó verse apenaba por ahogarla con preguntas.
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Días nublados
Short StoryHay momentos en la vida que nunca entenderemos por qué nos ocurren, como: ¿por qué perdí mi suéter favorito? ¿por qué se cayó mi comida al suelo? ¿por qué el semáforo tardó tanto en cambiar? ¿por qué el chofer del autobús no me esperó si estaba apre...