2.07

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Sin haberlo visto venir, tomó mi mano y tiró de ella

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Sin haberlo visto venir, tomó mi mano y tiró de ella.

Su piel estaba muy fría, me estremecí ante el tacto.

Para esa instancia, ya no sabía si estaba muy borracho o no la recordaba de otro lugar y ella esperaba que lo hiciera por mi propia cuenta. Toda la noche me lo cuestioné, estaba muy seguro que su cara no era tan difícil de olvidar incluso si me fallarán los sentidos.

Además, me sorprendió la familiaridad que parecía tener con el lugar.

Esquivó a muchas personas con facilidad, en cambio yo, tuve que disculparme con algunas por chocar. Algunos ni me miraron y otros muchos ni se dieron cuenta.

Abrió lo que parecía dos puertas ventanales que no dejaban ver hacia el exterior y llegamos a una terraza en el primer piso, había tres sillas y una mesa muy bajita. El lugar tenía como vista la calle, un parque y algunos cuantos negocios cerrados. Soltó mi mano y tomó asiento, yo sólo la observé hacerlo.

Se dejó caer y cerró los ojos. Pase una mano por mi barbilla.

Me parecía muy extraña toda la situación.

—¿Piensas quedarte allí? — abrió uno de sus ojos y me observó. Sentí un poco de calor cuando mis mejillas se tiñeron de rojo por vergüenza y caminé para recargarme en una pared.

La observé con indiferencia y encogí de hombros.

Ella suspiro muy fuertemente y cerró los ojos de nuevo. Ambos guardamos silencio.

—Oye... —la llamé.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Si tan sólo pudiera una vez más... Estiré los dedos de mis manos para alejar esos pensamientos.

— ¿Mmmh? —su atención estaba en mí.

¿Qué le iba a decir? Ah, sí. Solté una risa sin humor.

—¿Por qué estás aquí? Con un desconocido.

—¡Tú! ¿por qué estás aquí, conmigo? Yo fui quién te trajo aquí.

¿Tan alterada estaba mi realidad?

—Yo soy el extranjero y un hombre que ha captado la atención de una mujer muy joven —dije digno, no supe si quise darle miedo.

Con anterioridad había notado su vestimenta, pero no le había puesto particular atención, portaba un short de mezclilla muy claro y le quedaba notablemente más grande, en la parte superior llevaba una blusa negra con estampado de la banda Nirvana, sus tenis eran impecablemente blancos y su cabello rizado era libre de accesorios para el cabello.

Nadie de la gente que estaba adentro combinaba con ella. Eran dos extremos diferentes.

—¿Es tu primera vez en la ciudad? —preguntó, yo asentí con la cabeza—. ¿Ves? Entonces él que debería estar preocupado deberías ser tú, eres un riquillo que está con una extraña que no te dice ni su nombre y te saca del establecimiento.

—Eso fue a voluntad propia.

—Como que no eres muy inteligente —se ríe en mi cara sin pena ni gloria.

Me recargue sobre el barandal apoyado de los brazos. Apenas transitaba alguno que otro automóvil, la mayoría de los comercios estaban cerrados y en total oscuridad, la calle estaba silenciosa, el ruido de adentro no se escuchaba allí afuera.

—¿Cuál es tu nombre? —volví a intentar.

La desconocida, para evadir la respuesta, empezó a silbar entonando una melodía.

—¿Por qué no quieres decirme? —continuo en lo suyo, ignorándome—. ¿En serio? —bufé ya hartó, no me importaba si me escuchaba y se daba cuenta de cuán enojado estaba.

—¿Sabes...? —por fin dejó de cantar justo cuando iba a caminar a la salida, me detuve—. Hay un chico con el que deseo estar siempre.

—¿Si? —levanté una ceja—¿Y qué pasa? ¿No se puede?

Abrió sus ojos por fin y me miró de reojo. Movió apenas de lado a lado la cabeza y luego alzó los hombros.

—Creo que no. No sé qué será de nosotros ahora.

—¿Se pelearon? —indagué devolviéndome al barandal y crucé los brazos, centrando toda mi atención en los detalles que contaba.

Se puso de pie, caminó hasta mi lado y de un brinco se sentó sobre el barandal. Me despegué asustado y acerqué las manos para intentar sostenerla, creyendo que caería. Ella permanecía ahí, tan tranquila.

—No, lo peor es que no, nunca nos hemos peleado terriblemente como para distanciarnos por un enojo entre ambos.

Volví a cruzar los brazos, ya no me estaba creyendo nada de su cuento, pero decidí seguirle la corriente.

—¿Entonces qué fue lo que pasó?

—La vida, ella se encarga de joder todo lo bueno que tengo.

—Entonces mandala a la mierda —aconseje.

—Creo que eso hice —confesó y en ese momento no lo entendí, no le vi un trasfondo significativo a sus palabras—. Y no sé cómo he llegado aquí.

Ante su última confesión, me perdí totalmente de mi mismo y creí que consumí sustancias adictivas, sin embargo, hubiera asegurado que ella lo había hecho más. Mi primer pensamiento instantáneo fue «¿Está más fumada que yo o que?».

—¿Estás más borracha que yo o algo por el estilo?

Debía confirmarlo.

—No tomo alcohol.

—Y...

—Tampoco. Lo último que recuerdo es estar con ese chico en un acantilado, yo salté y luego... —su tono de voz iba bajando— nada, sólo iba caminando por una calle cerca de aquí. Una calle muy familiar.

 Una calle muy familiar

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Días nubladosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora